Frederico Westphalen (Martes, 01-07-2014,Gaudium Press) «El Señor confía en pecadores como nosotros» es el título del más reciente artículo de Mons. Antônio Carlos Rossi Keller, Obispo de la Diócesis de Frederico Westphalen, en el Estado de Río Grande del Sur, Brasil. En el texto, el Prelado recuerda que celebramos, en el último domingo, la solemnidad de los dos santos fundadores de la Iglesia, San Pedro y San Pablo, dos santos que antes de serlo fueron dos grandes pecadores, como nosotros.
Según el Obispo, son San Pedro y San Pablo los dos pilares de la Iglesia, como se acostumbra decir; dos fundadores, pero sin que la iniciativa haya sido suya, pues ambos fueron llamados. Para Mons. Keller, la masa de que eran hechos era la misma -eran personas humanas; los orígenes, bien diferentes, uno del grupo de los 12, conterráneo, judío: El otro, un perseguidor de Cristo en tierras lejanas. «A Cristo, el pecado, la diferencia de temperamentos y de orígenes, no importa. Es sobre esta dupla -algo que a la luz de nuestros criterios difícilmente ocurriría- que la Iglesia comienza a construirse», evalúa.
El Prelado explica que desde el principio, la Iglesia es una comunidad abierta a la diferencia, donde todos son llamados y tienen lugar; o sea, hay diferentes maneras de ser cristiano, son muchos los caminos y las posibilidades de seguir a Cristo y el llevar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Él resalta que la Iglesia es querida por Cristo como sacramento de salvación, y su misión es mucho mayor que sus miembros, pues es a través de hombres y mujeres débiles que la Iglesia anuncia a Cristo vencedor del mal y de la muerte.
«El Señor se confía, no a puros y perfectos, sino a pecadores como nosotros. Una alegría y un don que se tornan también una gran misión porque nos torna, aunque pecadores, corresponsables en la misión de la iglesia y de la construcción del reino de Dios entre nosotros», agrega.
Todavía de acuerdo con Mons. Keller, en esta celebración surge una pregunta que exige una respuesta comprometedora: «¿Y vosotros, quién decís que yo soy?», pregunta Jesús a Pedro. Y el Prelado cuestiona ¿quién es Jesucristo para usted? Una pregunta, que conforme él, es inevitable. El Obispo recuerda que Pedro y Pablo no le resistieron, se dejaron seducir por alguien más fuerte que ellos con quien conformaron toda su vida.
«Cara a cara conmigo mismo, cara a cara con el Señor que en el silencio del encuentro o en el bullicio de la vida me habla, en lo más íntimo de mí, donde nadie puede entrar, oír u ojear, donde yo no me puedo traicionar – ¿qué respuesta le doy? ¿Quién es Cristo para mí? Contar con Él en mi vida, ¿adónde me lleva»?
Además, el Obispo destaca que la identidad de Pedro es confirmada por la respuesta dada, pues sabiendo quién es Cristo, toma consciencia de quién es él y para qué sirve su vida. Para Mons. Keller, ahí está su principio, su fundamento, el sentido para el cual debe convergir su existencia. «Hoy, si a la luz del día, de nuestras relaciones, bajo los ruidos de la vida, un amigo, un colega, un vecino, un desconocido pregunta: ¿Quién es Cristo para usted, qué lugar usted le da en su vida»?
El Prelado resalta que de la respuesta encontrada y de lo que nuestra vida hable, vendrá la respuesta para los otros. Él cree que, de lo que realmente sea la presencia de Cristo en nuestras vidas, dependerá continuar a ser, nosotros, pecadores, en el siglo XXI, fundadores como Pedro y Pablo, constructores de la Iglesia donde no hay una sola forma de ser, de estar, de celebrar, de rezar, pero donde lo que cuenta es sabernos hijos del mismo Padre, llamados por el mismo Señor, invitados a anunciar una Buena Noticia que no es invención ni fruto de inspiración humana.
«Que San Pedro y San Pablo, tan diferentes uno del otro, pero ambos llamados y seducidos por el amor del mismo Dios, nos ayuden a ser capaces de incluir, de entrar y mantenernos en diálogo con los que son y piensan diferente de nosotros», concluye. (FB)
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