Campo Mourão (Jueves, 03-07-2014, Gaudium Press) Mons. Francisco Javier Delvalle Paredes, Obispo de la Diócesis de Campo Mourão, en el Estado de Paraná, Brasil, ha publicado un artículo donde él habla sobre dos temas: los acontecimientos relativos a la apertura del Centenario Natalicio de Mons. Eliseu Simões Mendes, 1º Obispo de Campo Mourão, y la Copa del Mundo.
Mons. Francisco Javier Delvalle Paredes |
El Prelado inicia su reflexión tejiendo algunos comentarios sobre la apertura del Centenario Natalicio de Mons. Eliseu Simões Mendes, que coincidió con la transferencia de sus restos mortales para Campo Mourão, sepultados en la Catedral San José el día 22 de mayo. Él afirma que en este hecho existe un acto de justicia y de nobleza, pues trajo en sí manifestación de fidelidad para con su historia por parte de la Iglesia diocesana.
De este modo, Mons. Paredes recuerda que la reflexión acerca del trabajo y de la personalidad de Mons. Eliseu contribuyó para revigorizar el sentimiento de pertenencia eclesial. Según él, hizo evolucionar en la región la saludable actitud de respeto al pasado, aumentando las posibilidades de mirar al futuro bajo el prisma de la esperanza que viabiliza la edificación de tiempos nuevos. «No se trata de idolatría a los nombres del pasado, sino amor a la historia de la Diócesis. Historia construida con mucho esfuerzo y consolidada bajo el cuidado de hombres y mujeres que tenían bien claro en el corazón y en la mente la razón de su esperanza», explica.
Además, el Obispo agrega que cuanto más conocemos nuestra historia, más capaces seremos de trabajar con amor en pro de la Iglesia que formamos. Para él, somos tributarios del pasado y, conscientes de eso, precisamos revisitarlo según la intuición Concilio Vaticano II, esto es, entenderlo como fuente para el presente y maestro para el futuro.
«Solo así estaremos legítimamente homenajeando a nuestros padres y madres en la fe. Hago votos de que el Centenario Natalicio de Mons. Eliseu, a encerrarse el día 18 de mayo de 2015, sea celebrado por toda la Diócesis en espíritu cristiano y eclesial. Que las nuevas generaciones de los bautizados no sean privadas de sus raíces espirituales y eclesiales», anhela el Prelado.
Con relación a la Copa del Mundo, Mons. Paredes habla que se trata, indudablemente, de evento cultural global, pues en él se da un magnífico encuentro entre pueblos, razas y lenguas, aproximando a las personas, promoviendo entretenimiento y permitiendo des-contracción. Él recuerda que las residencias, establecimientos, espacios públicos y privados están coloridos de verde y amarillo. Colores que, conforme el Obispo, traen consigo la fuerza del patriotismo tan vivo entre el pueblo brasileño.
De acuerdo con el Prelado, ni siquiera el Papa Francisco omitió a ofrecer reflexiones respecto a esta celebración universal. En mensaje publicado el día 11 de junio, víspera de la apertura de la competición, el Papa destacó la importancia de que el fútbol sea entendido como instancia humanizadora. «Mi esperanza es que, más allá de fiesta del deporte, esta Copa del Mundo pueda tornarse la fiesta de la solidaridad entre los pueblos. Eso supone, sin embargo, que las competiciones futbolísticas sean consideradas por aquello que en el fondo son: un juego y al mismo tiempo una ocasión de diálogo, de comprensión, de enriquecimiento humano recíproco».
El Pontífice dijo también: «El deporte no es solamente una forma de entretenimiento, sino también -y yo diría sobre todo- un instrumento para comunicar valores que promueven el bien de la persona humana y ayudan en la construcción de una sociedad más pacífica y fraterna. ¡Si, para una persona mejorar, es preciso un entrenamiento grande y continuado, cuanto más esfuerzo deberá ser invertido para alcanzar el encuentro y la paz entre los individuos y entre los pueblos mejorados! Es preciso entrenar tanto», destacó el Papa.
Por último, Mons. Paredes resalta que, a partir de las palabras del Papa, debemos reconocer la necesidad de aprovechar la Copa del Mundo para fortalecer los auténticos valores de la humanidad. Él resalta que la alegría, el entusiasmo y el optimismo precisan ser invertidos en pro de la creación de un ambiente favorable al diálogo feliz.
«Así, el sentimiento brasileño de acogida y fraternidad estarán presentes, así como la fidelidad a los valores evangélicos, situados en la base de nuestra sociedad, ejercerá su papel de llamar la atención de la consciencia a la dignidad y sacralidad de toda persona humana. Mi invitación es para que participemos en todo como cristianos, discípulos misioneros de Jesucristo», concluye. (FB)
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