Cachoeira del Sur (Martes, 15-07-2014,Gaudium Press) «La semilla precisa de suelo bueno» es el título del más reciente artículo de Mons. Remídio José Bohn, Obispo de la Diócesis de Cachoeira del Sur, en el Estado de Río Grande del Sur, Brasil, donde él afirma que la parábola del sembrador, del Evangelio del domingo pasado, muestra el dinamismo de la Palabra de Dios, conteniendo tres importante elementos: el sembrador, la semilla, y los suelos.
De acuerdo con el Prelado, el sembrador y la semilla son constantes. Para él, el sembrador es habilidoso y esparce la semilla por igual y la semilla es, indiscutiblemente, buena, pero el trabajo hábil del sembrador y la capacidad de germinación de la semilla dependen para su éxito de la naturaleza del suelo.
«Dios es el sembrador, su Palabra es la semilla y su terreno somos nosotros. La acogida del Evangelio no depende ni de la Semilla, ni del Sembrador, sino de la calidad de la tierra. Y esta es de nuestra responsabilidad. ¿Cómo podemos entonces ofrecer un terreno apropiado para una buena cosecha?», cuestiona el Obispo.
Mons. Remídio explica que existen cuatro tipos de terrenos donde la semilla cae, o actitudes diferentes de escucha de la Palabra. Según él, hay aquellos que tienen un corazón duro como la tierra pisada de una estrada y no permiten que la semilla de la Palabra de Dios penetre en su corazón. El Prelado agrega que existe todavía quien posee un corazón inconstante, que se entusiasma con facilidad, pero después desanima delante de las primeras dificultades.
Existen además los siguientes terrenos: los que tienen un corazón materialista, que son hasta «muy religiosos», pero dan prioridad a la riqueza y a los bienes de este mundo, preocupaciones que son como zarzas que sofocan la semilla de la Palabra; y, hay también los que tienen un corazón abierto y disponible, donde la Palabra de Jesús es acogida y da mucho fruto.
«Delante de eso cabe reflexionar: ¿qué tipo de terreno ofrecemos o con qué actitud acogemos la Palabra de Dios? La realidad muestra que vivimos un tiempo de muchas hablas, muchos ruidos, mucho barullo, incertezas y crisis de referencias. Tiempo en que el silencio se torna cada vez más una rareza en nuestros diversos ambientes», destaca.
Por último, Mons. Remídio enfatiza que sin el silencio no es posible la verdadera escucha, entendida, aquí, no solamente como acogida de la Palabra sino, sobre todo, como comunión con Aquel que es la Palabra. «Si Dios habla al hombre incluso en el silencio, también el hombre descubre en el silencio la posibilidad de hablar con Dios y de Dios» (Doc. 97 CNBB, 46).
«Es preciso, urgentemente, recuperar la espiritualidad de la escucha en nuestros ambientes eclesiales y, particularmente, en la celebración litúrgica. La escucha es la dimensión, por excelencia, de la espiritualidad bíblica», concluye el Obispo. (FB)
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