Redacción (Martes, 15-07-2014, Gaudium Press) «Dios contempló toda su obra, y vio que todo era muy bueno» (Gn 1, 31). Podríamos imaginar el júbilo de Dios al contemplar las maravillas por Él creadas: el fulgurante cielo estrellado, el elegante movimiento de las olas del mar, el colorido de las aves y las flores, la fuerza decidida de las fieras… «todo era muy bueno». De hecho, toda la obra de la creación es buena justamente por ser un reflejo del Altísimo y por la cual más fácilmente el hombre puede transcender al Creador.
Nos enseña la Teología, que Dios al amar algo, infunde en éste la bondad. No es sin razón que uno de los atributos de Dios es la Bondad Infinita que «comprende todas las bondades, siendo el bien de todos los bienes».1 Innúmeras son las páginas de las Sagradas Escrituras en las cuales se revelan profundamente la Bondad de Dios: «El Señor es indulgente, es favorable, es paciente, es bondadoso y compasivo» (Sl 102, 8).
Incluso en el Antiguo Testamento, donde el Señor todopoderoso se revestía de la armadura de las venganzas y era temido como el Dios de los ejércitos, la manifestación de Su bondad estaba presente: «Con quien es bondadoso os mostráis bondadoso, con hombre íntegro os mostráis íntegro» (II Sm 22, 26).
Entretanto, fue en el Nuevo Testamento que la Bondad se manifestó prodigiosamente a los hombres con la venida de Nuestro Señor Jesucristo a la tierra. Cual corazón, pudiendo escuchar y presenciar las divinas palabras emanadas de los labios divinos del Redentor no se conmovería con el apelo del Redentor: ¿»Amaos unos a otros, como yo os he amado»? (Jo 13, 34).
Solamente una Bondad infinita amaría a los hombres, tanto los santos como los pecadores, al punto de verter toda la sangre en el madero de la Cruz. «¡Qué gloria, qué triunfo, qué fastigio alcanzara Nuestro Señor Jesucristo con su Pasión! ¡Qué humillación en los infiernos, aplastados por el error de ignorar la fuerza invencible del Bien!».2 ¡Nuestro Señor Jesucristo venció el imperio de Satanás por la Bondad suprema! Bondad esta tan vergonzosamente rechazada por los Ángeles caídos.
María Santísima, el auxilio omnipotente de Dios
Si pensásemos que la Bondad de Dios fue manifestada solamente en el Sacrificio del Calvario, nos engañamos a nosotros mismos. Quiso Él depositar en nuestras manos el auxilio omnipotente de Aquella que es considerada la Aurora y Esplendor de la Iglesia Triunfante, el mayor reflejo de la bondad de Dios a los hombres: ¡María Santísima!
¡Cuántas no fueron las conversiones realizadas en la Historia a través de su intercesión! El famoso judío convertido al catolicismo, Ratisbonne, después de una magnífica aparición de la Virgen, proclamaba y repetía innúmeras veces con ardor: «¡Cómo Ella es bondadosa!». Dando a entender que, con tal intensidad de bienquerencia manifestada por María Santísima, hasta incluso piedras brutas y enraizadas en el pecado se conmueven y abrazan el verdadero y recto camino.
Se cuenta que, en el siglo pasado, un miembro de una organización anticatólica se convirtió y, pocos instantes antes de su muerte, se confesó. Como los demás miembros desconfiasen que este hubiese revelado los secretos de tal organización, encargaron otro adepto a fin de aniquilar al sacerdote que lo había confesado.
El futuro asesino, fingiendo que iría confesarse, obligó al sacerdote a contarle los secretos que le habían sido revelados. El digno sacerdote, sin embargo, siendo fiel a su estado, le dijo que no le contaría nada y si fuese necesario matarlo podía hacerlo, pero apenas pedía unos minutos para invocar el auxilio de «nuestra Madre». Al escuchar las palabras «nuestra Madre» el perverso asesino rompió en llanto, pidiendo la confesión para que pudiese realmente ser considerado hijo de Madre tan santa y buena.
¿Si incluso los criminales, alejados de la Iglesia, son objetos de la Bondad de la Virgen, qué se dirá de aquellos que se consagran a Ella? Caminando en este «valle de lágrimas», contemplar la bondad de Dios nos da verdadero aliento y alegría. Por tanto, no cesemos de admirar tamaño tesoro, sino sepamos apelar a esa Bondad Suprema en todas las dificultades que se nos presentan, por medio de Aquella que es la Auxiliadora de los Cristianos y Consoladora de los Afligidos. Si sabemos presentarnos a Ella como verdaderos hijos, aunque débiles, Ella nos conducirá a la visión bienaventurada de la Bondad Infinita. Ella es el camino seguro, «pues es el camino trazado por la mano misma de Dios».3
Recurramos a Ella y como sus hijitos, lancémonos a sus pies y sus brazos con una perfecta confianza, en todos los momentos y en todos los acontecimientos invoquemos a esta Madre tan santa y buena. Imploremos su amor materno, tengamos un corazón de hijo y esforcémonos por imitar sus virtudes.4
Por la Hna. Isabel Sousa, EP
1 SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma contra los gentiles. Libro I c. XL. le 2.
2 CLA DIAS, João Scognamiglio. O inédito sobre os Evangelhos. Comentários aos Evangelhos dominicais. Ano C. Cittá del Vaticano! São Paulo: L.E. Vaticana/ Lumen Sapientiae, 2012, v. V, p. 263.
3 ROSCHINI, Gabriel. Instruções Marianas. Trad. José Vente São Paulo: Edições Paulinas, 1960. p.308.
4 SAN FRANCISCO DE SALES. Filotéia ou Introdução à devota. Trad. de José de castro. 8°ed. São Paulo: Vozes, 1958. p. 116.
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