Washington (Jueves, 17-07-2014, Gaudium Press) El ambiente: un pub de la vecindad o en otras ocasiones un cuarto del Magdalen College de Oxford, donde «Los Inklings» (algo así como «quienes están explorando un ámbito del conocimiento», o «quienes están explorando indicios») se reunían a leer literatura, y entre ella su incipiente producción en el arte de las letras. ¿Miembros destacados de los Inklings? Nada más ni nada menos que dos de los más reconocidos autores ingleses de la actualidad, C.S. Lewis y J.R.R. Tolkien, autores de Las Crónicas de Narnia y El Señor de los Anillos, entre muchos otros.
C. S. Lewis |
Aunque su feliz encuentro se dio en la muy inglesa Universidad de Oxford -que según uno de los más reputados rankings universitarios existentes, el del Times, es actualmente la segunda en importancia en el mundo- ninguno de los dos era estrictamente inglés: Tolkien fue un sudafricano de madre inglesa, y Lewis era irlandés, de Belfast.
Indiscutiblemente Tolkien le debe mucho a la paciencia de Lewis, en el desarrollar de su arte y de toda su cosmología literaria de la «Tierra Media», pues era Lewis quien lo escuchaba, lo aconsejaba, lo corregía, lo animaba, etc.
Pero ciertamente más debe Lewis a Tolkien, pues éste lo ayudó a reencontrar al cristianismo.
Los dos eran más o menos contemporáneos en Oxford. Tolkien se graduó con honores en 1915 en el Exeter College de esa universidad, mientras que desde 1925 Lewis ya era allí profesor de lengua y literatura inglesa. Un año después conocería a aquel que no debía conocer, a Tolkien.
Aquel a quien no debía encontrar
¿Por qué no tenía que conocerlo? Era que ya se lo habían advertido, «en casa». Su entorno, antes de partir para Oxford le había implorado que no se acercara a los Papistas (léase católicos); y apenas llegado a la Universidad, le habían sugerido poderosamente mantenerse alejado de los filólogos: justamente Tolkien era lo uno y también lo otro.
Lewis no tenía una fe muy firme y prontamente, en su juventud, el agnosticismo tomó cuenta de su espíritu. Gustaba repetir en latín el dictamen de Lucrecio: ‘Nequaquam nobis divinitus esse paratam Naturam rerum; tanta stat praedita culpa’ – Si Dios hubiera diseñado el mundo, no sería un mundo tan frágil y defectuoso como lo vemos. Pobrecito, en ese entonces, aquel cuya obra giraría en buena medida en la explicación del orden del universo, estaba ciego para la inmensa armonía del cosmos. Sin embargo, algunas de sus lecturas también iban conmoviendo subrepticiamente pero sistemáticamente su espíritu, particularmente las páginas de El Hombre Eterno, de Chesterton, y los cuentos fantásticos del escocés George MacDonald.
En 1929, y después de arduas batallas espirituales, Lewis termina aceptando la existencia de Dios. Finalmente, y tras una discusión con Tolkien y otro de los miembros de «Los Inklings», Hugo Dyson, termina aceptando la verdad del cristianismo. Famosos son hoy sus libros sobre temas específicamente religiosos, como Reflexiones sobre los Salmos, o Cartas del diablo a su sobrino.
Filme en vista
Esta amistad duradera entre los dos autores, muy probablemente saltará al cine, según noticia Hollywood Reporter, que afirma que la productora «Chernin Entertainment» ya prepara una película sobre el tema. El título del filme sería «Tolkien & Lewis». El autor del guión y el director de la película, serían dos personas muy reconocidas en el medio.
Gaudium Press / Saúl Castiblanco
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