Erexim (Jueves, 17-07-2014, Gaudium Press) El obispo de la diócesis gaucha de Erexim, Mons. José Gislon, escribió un artículo donde afirma que el hombre siempre deseó y desea ver a Dios. El israelí devoto, cuando hacía sus oraciones, acostumbraba decir: «Tu rostro, Señor, yo busco» (Sl 26,8) y Moisés también pedía «Muéstrame tu gloria» (Ex 33,18).
Entretanto, de acuerdo con el Prelado, el Dios de Israel no mostraba su rostro: «Mi rostro usted no lo podrá ver -responde a Moisés- porque ningún hombre puede verlo y continuar con vida» (Ex 33,20). Mons. Gislon explica que Dios no se deja ver, pero hace oír su voz, y que el monte Horeb no es el lugar de la visión, sino de la escucha: «Recuerdas el día en que el Señor me dijo: Yo haré oír mi palabra… El Señor os habló del fuego; ustedes oyeron el sonido de las palabras, pero no vieron ningún semblante. Se oía apenas una voz» (Dt 4,10-12).
Moisés recibió de Dios las Tablas de la Ley, pero no pudo ver su rostro |
Primero la escucha, para encontrar a Dios
«Los griegos, con toda la riqueza mitológica de su cultura, también buscaron a través de las reflexiones filosóficas y la mística entrar en contacto con Dios a través de las visiones, del éxtasis, etc. Pero la espiritualidad bíblica sigue otro camino, para encontrar a Dios. Esta coloca en primer lugar la escucha. Escuchar es uno de los verbos más importantes de la Biblia. Él aparece más de mil veces en el Antiguo Testamento y más de cuatrocientas en el Nuevo Testamento», agrega.
Todavía según el Obispo, el «Escucha Israel» es la invocación más querida para la piedad judaica. «Escuchad la palabra del Señor» – recomendaban los profetas. «Obedecer es mejor que ofrecer sacrificios», declaraba el profeta Samuel (1 Sm 15,22). «No quieres ni sacrificio ni ofrenda; por eso me abriste los oídos», cantaba el salmista (Sl 39,7).
Además, Mons. Gislon resalta que en un mundo dominado por los medios de comunicaciones sociales, que nos presentan continuamente imágenes, nosotros también pasamos a creer más en aquello que vemos que en las palabras que oímos. Y podríamos incluso preguntarnos: ¿Cuál es la credibilidad de la palabra? El Prelado responde que hoy la palabra continúa siendo desvalorizada: no se cree más en las promesas, y nos sentimos seguros solamente con la presentación de los documentos escritos y firmados.
Por último, él nos cuestiona: ¿Eso sucede también en relación a la Palabra de Dios? Conforme el Obispo, por diez veces en el primer capítulo del libro del Génesis, es repetido el mismo refrán: «Y Dios dijo… Y así se hizo» y el salmista proclamaba así su fe «Fue por la palabra del Señor que fueron hechos los cielos».
«La Palabra de Dios no es como aquella de los hombres; ella es viva y eficaz, actúa aquello que anuncia, no miente y no desilusiona. En la Biblia, escuchar no significa recibir una comunicación o una información, sino acoger la Palabra de Dios, guardarla en el propio corazón y colocarla en práctica con el testimonio de vida», concluye. (FB)
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