sábado, 23 de noviembre de 2024
Gaudium news > En Río de Janeiro, Convento de Santa Teresa conmemoró a Nuestra Señora del Carmen

En Río de Janeiro, Convento de Santa Teresa conmemoró a Nuestra Señora del Carmen

Río de Janeiro (Jueves, 17-07-2014, Gaudium Press) El Convento de Santa Teresa, en el barrio de Santa Teresa, en Río de Janeiro, celebró a Nuestra Señora del Carmen, este miércoles, día 16 de julio.

Las conmemoraciones de la Patrona de la Orden y del Monasterio de las religiosas allí residentes comenzaron temprano. Hubo misa solemne en la Iglesia del convento celebrada por el obispo auxiliar Mons. Luiz Henrique da Silva Brito y concelebrada por el capellán de la orden, padre José Brito Terceiro. Hubo también la imposición del escapulario de Nuestra Señora del Carmen.

La Hermana Verónica del Corazón de María, en entrevista a órganos de comunicación de la Arquidiócesis de Río de Janeiro habla de la historia de la Orden y del primer convento de las Carmelitas Descalzas del Brasil, de la vida en el Carmelo y sobre la devoción al escapulario de Nuestra Señora del Carmen.

La orden del Carmelo

La religiosa cuenta que

la Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo nació en el Monte Carmelo, hoy ciudad de Haifa, en Israel, alrededor del siglo XII. Tomando como prototipo al profeta Elías que, en aquel lugar, buscaba el rostro de Dios vivo, los caballeros cruzados -que partían para Tierra Santa a fin de liberar al Santo Sepulcro y otros lugares santos del poder de los turcos otomanos- allí se radicaron, viviendo una vida tejida de silencio, oración y soledad.

Junto a la fuente de Elías, construyeron una pequeña capilla dedicada a la Virgen María, consagrando sus vidas para vivir en benevolencia con esta Señora y su Hijo. Por eso, siguiendo una costumbre medieval, de la historia del Carmelo, la Virgen María es hermana, Madre y patrona de la orden, e invocada como siendo «La Señora del Lugar».

La orden del Carmelo fue reformada en el siglo XVI (24 de agosto de 1582) por Santa Teresa de Jesús, más conocida como Santa Teresa de Ávila, y por San Juan de la Cruz. Por tanto, podemos definir el Carmelo con una bella y sugestiva imagen: una lámpara oriental que arde con aceite español.

1.jpg

Santa Teresa la Grande reformó al Carmelo, junto a San

Juan de la Cruz – Imagen de Santa Teresa en Lima

La historia del Carmelo de Río de Janeiro

Más propiamente sobre el Convento de Santa Teresa, en Río, la Hermana Verónica contó que «el Convento de Santa Teresa fue fundado el 24 de junio de 1750, por la Madre Jacinta de San José. Es el núcleo histórico y colonizador del cual nació y creció el barrio de Santa Teresa, dándole así el nombre.

Siendo la cuna de la Orden Carmelita en Brasil, el primer monasterio, tronco de donde se originaron varias otras fundaciones, es interesante notar que fue, en su génesis, una fundación genuinamente brasileña y carioca, sin precisar de la influencia de elementos pioneros venidos de Europa.

La Madre Jacinta, nacida en Río de Janeiro el 15 de octubre de 1715, se llamaba Jacinta Pereira Aires. Sintiendo la fuerza del llamado divino y no habiendo monasterios femeninos en nuestro país, se sintió impulsada a realizar la fundación de esta casa de oración.

Cierta vez, descendiendo en compañía de sus hermanos Francisca y José, se deparó con la Chácara de Bica, localizada en la antigua calle Matacavalos, hoy calle de Riachuelo. La compra de este lugar, agradable y propicio a una vida de oración y recogimiento, se dio en 1742. Pensó en transformarlo en una capilla en alabanza del Señor Niño Dios, y de hecho, hasta hoy, en la calle de Riachuelo, existe la Capilla del Señor Niño Dios, bajo los cuidados de los Vicentinos. Desde marzo de 1748, la Madre Jacinta comenzó a admitir compañeras y al año siguiente iniciaron la salmodia del Oficio Divino, jamás interrumpido desde entonces.»

La religiosa describió como se inició la construcción de su Convento:

«Consciente del fervor y recogimiento con que la Madre Jacinta y sus compañeras vivían, el gobernador general Gomes Freire de Andrade resuelve ayudar a concretar sus propósitos, y asumió la responsabilidad de construir el convento, junto a la pequeña ermita de Nuestra Señora del Destierro, antiguo Morro de Destierro, al cual se tenía acceso por el Camino del Destierro, hoy Ladera de Santa Teresa. Se iniciaron las obras y, el día 24 de junio de 1750, fue colocada la piedra fundamental. Un año después, la Madre Jacinta y sus hijas espirituales se transfirieron al nuevo Carmelo».

La clausura carmelita

Y Hermana Verónica, que lleva una vida en clausura, no podría dejar de hablar sobre la clausura carmelita:

«Hoy, en nuestro Carmelo, somos una comunidad compuesta de 13 monjas. Cuando la joven siente arder en su corazón la llama de un amor mayor, la sed de lo absoluto que no se contenta con los valores transitorios, y un amor apasionado a Cristo Jesús y a su Iglesia, es señal de que Dios la llama para consagrarse a Él en el Carmelo. Ser carmelita es vivir una vida tejida de silencio, oración, humildad, trabajo, alegre pobreza y radicalidad evangélica en una búsqueda continua de intimidad con Dios.»

«Cuanto más el mundo se torna desacralizado, marcado por el consumismo, por la sociedad de lo descartable, por la cultura de muerte, tanto más necesarias se tornan personas que acojan, en sus corazones vírgenes, las intenciones de la Iglesia, del Santo Padre, del clero, el sufrimiento de los hombres, que sean sensibles a su dolor y que presenten a Dios, por la oración, el sufrimiento de toda humanidad. La carmelita es alguien que se aleja del mundo para mantenerse espiritualmente más próxima de cada hermano, como tan bien supo definir Santa Teresita, al escribir en una de sus cartas: «Las rejas del Carmelo no son hechas para separar corazones que se aman en Jesús, antes sirven para tornar más fuertes los lazos que los unen».

Para concluir, Hermana Verónica del Corazón de María discurrió sobre la devoción al Escapulario de Nuestra Señora del Carmen:

«En medio de la angustia y sufrimiento en que vivían los miembros de la Orden del Carmen, el superior general San Simón Stock, en sus oraciones, suplicaba por ayuda y protección de la Virgen. Fue entonces que le apareció Nuestra Señora, trayendo en la mano el escapulario y diciendo: «Mi hijo muy amado, este es el escapulario que será el distintivo de tu orden. Acéptalo como un compromiso de la bendición que alcancé para ti y para todos los miembros de la Orden del Carmen. ¡Aquel que muera piadosamente, vestido con este escapulario, participará de la eterna salvación!». Aquel que, durante la vida, use el escapulario, está protegido del peligro; en la hora de la muerte, será asistido en el momento supremo y además, en el primer sábado después de la muerte, será liberado de las almas del purgatorio.»(JSG)

De la Redacción, con informaciones de la Arquidiócesis de Río de Janeiro

 

Deje su Comentario

Noticias Relacionadas