Madrid (Jueves, 24-07-2014, Gaudium Press) Según la Organización Internacional del Trabajo – OIT, más de un millón de niños son víctimas del tráfico de personas, esa lacra que el Papa Francisco tituló como ‘crimen de la humanidad’. La cifra crece, si se le incluyen a los niños que son obligados a casarse, a quienes se les secuestra para extraerles órganos, o los que son adoptados ilegalmente.
La Iglesia cual madre solícita, también siente dolor en su corazón por estos infantes, y para ellos desarrolla muchas iniciativas, tal como la describiremos ahora.
Dice la página web de la campaña «No estoy en venta», de la Orden salesiana, que «la pobreza y la desestructuración familiar son, sin duda, dos de las causas principales del tráfico de personas. A ellas hay que sumar la falta de educación de los menores y de sus familias, los conflictos y la inestabilidad política de los países de África y Asia especialmente, las deudas familiares y la impunidad de la que gozan los traficantes».
Para estos niños, muchos raptados pero otros vendidos por sus familias, los centros de acogida salesiana son un refugio dichoso, algo parecido al cielo: «Gracias a tu ayuda tenemos la posibilidad de ver que un menor que ha sido vendido, al que nadie ha llamado por su nombre, al que no han abrazado ni querido… con el tiempo, vuelve a sonreír, a jugar, habla en público, escribe su nombre…», dice la página web promocional de la campaña.
La historia de Rachidi
Son niños como el simpático Rachidi, cuya historia dramática tiene gracias a Dios un final feliz, por obra de la Iglesia: «Una noche mi padre me dijo que nos íbamos a Nigeria. Cuando llegamos una señora le dio dinero y él me dijo que esperara, que iba a comprar pan, pero se fue y me dejó allí. Tuve miedo». Once años tenía Rachidi entonces. ¿El precio de la ignominiosa venta? 50 Euros.
Rachidi fue destinado a oficios domésticos en casa de su compradora. Fue explotado, fue maltratado, hasta que más no aguantó y huyó. Vagó por las calles, con todos los peligros que ello comporta; hasta que un feliz día otra mujer lo halló, y finalmente lo llevaron a los salesianos. Allí recuperó la alegría, tiene esperanza en el futuro.
La labor de los centros de acogida
En los centros salesianos los menores reciben alimentación equilibrada y ropa limpia, tienen acceso a la sanidad y a una educación que les abrirá las puertas del futuro. Pero lo más importante es que tienen personas a quien acudir, que les ayudan y les dan el cariño, la comprensión y el amor que les fue robado al ser vendidos y abandonados.
Incluso, dependiendo de cada caso, buscan reintegrarlos a las familias de origen. «Este trabajo comienza con unas horas de visita, después un fin de semana, luego vacaciones, así hasta que el menor recobra la confianza en sus familiares».
Para conocer la página web de las misiones salesianas, donde el internauta puede dar su aporte económico, hacer clic aquí.
Gaudium Press / S. C.
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