Frederico Westphalen (Martes, 29-07-2014, Gaudium Press) Mons. Antônio Carlos Rossi Keller, Obispo de la Diócesis gaucha de Frederico Westphalen, en Brasil, escribió un artículo donde afirma que corremos el riesgo de andar por la vida atrás de «pompas de jabón». Él explica que en el Evangelio del último domingo, Jesús habla del tesoro que todos podemos encontrar de verdad, mas es preciso vender todo, poner todas las cosas en segundo lugar por causa de ese tesoro, que es el único por el cual vale la pena vivir y morir.
El Prelado además recuerda la figura de Salomón, que pidió a Dios la sabiduría para gobernar bien a su pueblo, y el Señor se pone contento con su pedido y da no solo la sabiduría sino también lo que no le había pedido: la riqueza y el poder y una vida larga. «Hoy el orgullo cegó a muchos hombres. No tienen la sabiduría verdadera, que viene de Dios y hacen propaganda de los mayores disparates. Se enorgullecen de sus estudios y no pasan de locos. Porque la verdadera sabiduría no se aprende en las escuelas, sino en el regazo de la madre, en los bancos de la catequesis y la oración», completa.
Según el Obispo, la verdadera sabiduría anda ligada con la fe y tenemos que pedirla y cultivarla en la oración. Para él, es preciso alimentarla con la escucha de la Palabra de Dios en la Santa Misa, en el estudio personal, en la lectura piadosa y en los medios de formación espiritual que Dios pone a nuestro alcance. «Tenemos que vivir nuestra fe cumpliendo fielmente los mandamientos en la vida de cada día.»
Mons. Keller resalta que vamos a encontrar siempre en la Ley de Dios nuestra alegría. Él recuerda las palabras del salmista: «Vuestra ley hace mis delicias… Yo amo vuestros mandamientos más que el oro, el oro más fino». Por eso, el Prelado nos invita a profundizar nuestra fe, dejándonos guiar por ella sin condiciones y encontraremos la alegría verdadera ya en este mundo y sabremos comunicarlo a los otros, porque este tesoro no es solo para nosotros, y aumenta en la medida en que se reparte.
San Pablo, en la segunda Lectura del domingo pasado (Romanos, 8, 28-30) nos decía que «Dios concurre en todo para el bien de aquellos que lo aman». De acuerdo con el Obispo, ser santo es ser feliz, incluso en medio de las cosas desagradables de la vida, que Dios permite para nuestro bien. Él destaca que todo concurre para nuestro bien si amamos a Dios y la única desgracia es el pecado, sobre todo el pecado mortal, porque nos aleja de Dios, fuente de la alegría.
El llamado universal a la santidad
«Omnia in bonum – todo es para bien – le gustaba rezar como jaculatoria a San Josemaría, repitiendo las palabras de San Pablo. Dios nos escogió, nos llamó a la vida. Y tiene un proyecto maravilloso para cada uno de nosotros. Nos predestinó para ser a imagen de su Hijo. Quiere que seamos santos y nos da las gracias para eso, por medio de Jesús en su Iglesia», resalta.
Por último, Mons. Keller refuerza que nadie puede disculparse que no puede ser santo, pues esa es la meta de cada uno de los cristianos, como recordaba San Juan Pablo II al comienzo del 3º milenio al lanzar un programa para toda la Iglesia: «Colocar la programación pastoral bajo el signo de la santidad es una opción cargada de consecuencias. Significa expresar la convicción de que, si el Bautismo es un verdadero ingreso en la santidad de Dios, a través de la inserción en Cristo y de la habitación de su Espíritu, sería un disparate contentarse con una vida mediocre, pautada por una ética minimalista y una religiosidad superficial».
Para el Obispo ser santo es parecerse con Jesucristo, ser conformes a su imagen, y eso se realiza por la gracia de Dios, que recibimos en el bautismo y nos identifica con Él. «A medida que vamos creciendo en la gracia nos vamos pareciendo cada vez más con Jesús», concluye. (FB)
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