sábado, 23 de noviembre de 2024
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De cómo su cuarto niño la llevó a la Fe católica

Arlington (Miércoles, 30-07-2014, Gaudium Press) Esta es la historia de Michelle Bosso, nada más ni nada menos que una madre, cuyo hijo la impulsó a la conversión a la fe católica. Miremos de qué manera.

Michelle era aún muy joven cuando con su prometido, Todd, ya había planeado todo su futuro. Se casarían, tendrían dos o máximo tres niños. Ella comenzaría una carrera universitaria y no tendría el primero de sus niños antes de terminarla. Su último hijo lo tendría antes de que cumpliera 30 años. Ella permanecería en casa al cuidado de los niños hasta que el más chico comenzase el preescolar. Todo estaba claro.

«Todd era un católico de cuna y yo era luterana, pero los dos queríamos que el tío de Todd, Monseñor Bosso, nos casara. Recuerdo aquel día soleado, cuando Todd y yo fuimos a una iglesia Católica muy bien diseñada para reunirnos con su tío. Estuvimos allí para hablar de nuestro compromiso y llenar papeles. Al final de nuestro encuentro, el tío de Todd nos entregó una forma para leer y firmar. ¡Nos comprometimos por escrito a educar a nuestros hijos como católicos! Firmamos el formulario y prometimos dar a la Iglesia católica una oportunidad por el bien del futuro de nuestros hijos», dice.

Michelle acompañó a su marido varias veces a Misa, pero los interrogantes le asaltaban: «¿Por qué yo no podía aceptar la Sagrada Comunión? (…) ¿Por qué ellos hablan de los santos, por qué se focalizan tanto en María?» A pesar de que su esposo quiso explicarle, su reticencia a estas cuestiones llegó al punto de acordar con Todd de no asistir más a la Iglesia católica y «buscar una denominación diferente, una en la cual ambos nos sintiéramos confortables».

Mientras tanto, la vida trascurría de acuerdo al «plan». Michelle se graduó en Educación Elemental en la Universidad y en el momento en que recibía su diploma ya tenía en su seno a Tyler, de cuatro meses, quien después de nacido fue bautizado en un templo luterano. Poco después vendría su segundo varón, Dylan. Dos años después de Dylan vendría el tercer niño, todo como estaba planeado.

La pérdida de un niño

Pero Michelle perdió a este tercero, a los seis meses de embarazo. «Estaba devastada. Me había llegado a unir fuertemente a este pequeño ser. ¿Cómo fue eso si el niño ni siquiera había nacido? Un querido amigo mío, converso al catolicismo, me trajo un dulce regalo y una tarjeta escrita a mano que hablaba de mi ‘bebé ángel’. Esa fue la primera vez que había oído hablar de un bebé por nacer como si él o ella realmente existiesen. Eso me trajo una inmensa comodidad y, creo, plantó también una semilla».

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Familia Bosso – Foto: Seton Home Study School

Nueve meses después de perder a su bebé, vendría el cuarto de sus niños, Cayden, cuyo arribo los movió a trasladarse a una casa más amplia. A pesar de la dura prueba con la pérdida de su tercer niño, Michelle veía que sus planes se habían cumplido al dedillo: 30 años, un esposo sin tacha, tres maravillosos chicos y un feliz hogar. Entretanto, a veces miraba por el espejo retrovisor de su auto de ocho puestos, y buscaba, en uno de los lugares vacíos, a aquel «bebé-ángel» que no estaba con ellos…

Sus dudas de fe continuaban, lo que la llevó a leer libros sobre la Iglesia escritos por católicos devotos. Y también de tanto en cuando recordaba ese soleado día, en que había prometido formalmente que criaría a sus hijos en la fe católica.

Los días trascurrían como los de muchas madres de tres niños. «Correr, correr todo el día -del colegio al médico, de vuelta a la escuela al voluntariado, hacer encargos, de vuelta a la escuela para recoger a los niños y luego… ¡TAREAS!».

Michelle no quiere salir de la fase de pañales

Sus amigos, más o menos de su misma edad, celebraban que estaban ya saliendo de la ‘fase de pañales’, pero ella sentía el deseo de tener más niños, un sentimiento que estaba contra su plan inicial. «Tener 3 niños era normal, pero una vez que tenías 4, comenzaste a caminar en una línea muy fina. Todd escuchaba mi lucha, pero no pasó mucho tiempo antes de que yo intentara tener otro hijo. Todd estuvo de acuerdo. Unas pocas semanas más tarde, estaba embarazada de nuestro quinto hijo, otro varón, Brycen».

Ese quinto embarazo había sido recibido con alegría por algunas personas de su entorno, pero de forma muy contraria por otras, y ello la movió a alejarse de esa negatividad y «caminar hacia Jesús». «También sentí la necesidad de ser parte de una fe que valora cada vida concebida. Con la inminente llegada de nuestro más reciente hijo, una sed de la Eucaristía también comenzó a desarrollarse dentro de mí. Así, durante muchos días, me encontré sentada en mi auto en el estacionamiento de la iglesia católica local. Esa pequeña semilla de los votos matrimoniales, finalmente, había brotado».

Comenzaron a asistir a misa en la Iglesia. Sin embargo, el camino no fue fácil. Incomprensiones de algunas personas; ella enfermó, sufría de cierta ansiedad, los niños también enfermaron ese año de su conversión. Hasta que un día ella le gritó a Dios por qué le estaba ocurriendo eso, ahora que estaba asistiendo a su Iglesia con tanta esperanza y confianza. Rezó mucho. Y Michelle sintió en medio de la oración que Dios le estaba pidiendo que hiciera el plan de Él y no su plan, que era ahora tiempo de colocar a Dios como su prioridad.

Dios quería que se siguiese su plan

«Todd y yo estábamos en la misma tónica. Decidimos que no volvería a trabajar pronto. Decidimos vender nuestra casa y conseguir una más pequeña. Decidimos que era hora de hacer un presupuesto y vivir un estilo de vida más frugal. Decidimos participar más en [las actividades de] nuestra iglesia, y decidimos educar a los niños en casa [en el sistema homeschooling]». El mismo amigo que le había regalado una tarjeta cuando perdió a su bebé, le recomendó la Escuela Seton de educación en casa, escuela que está bajo la vigilancia del obispado de Arlington.

«Mis hijos están creciendo académicamente, a nivel doméstico, física, social y espiritualmente. Hablan con personas de distintas edades ahora. Ellos están aprendiendo a trabajar en equipo para que podamos llegar del punto A al punto B con mayor rapidez. Me ayudan en las labores de casa ahora que los estoy ayudando como su maestra. He crecido y seguiré creciendo como católica, pero también como madre y como esposa. Me siento orgullosa de ser testigo de la gracia de Dios. No puedo agradecerle lo suficiente por dejar que la promesa que hicimos para nuestros hijos nos trajese de vuelta a la plenitud de su verdad en la fe católica».

Como toda madre, Michelle tiene días «celestiales» y otros que son duros. «Sin embargo, yo me reconforto sabiendo que es la voluntad de Dios para nuestra familia. Incluso en un día muy duro, encuentro la gracia de Dios. Encuentro a mis hijos mayores ayudando a un hijo menor. Yo los encuentro leyendo sus libros de estudio juntos, haciendo preguntas y buscando respuestas».

Michelle y Todd han tenido recientemente una niña, que es su alegría.

Gaudium Press / S.C.

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