Redacción (Miércoles, 30-07-2014, Gaudium Press) Después de la Encarnación del Hijo de Dios, muchas almas generosas buscaron la sublime forma de unión con Jesucristo que consiste en vivir en Él para que Él viva en nosotros (cf. Jo 15, 4). San Pablo, el Apóstol de las Gentes, que convivió durante tres años con Nuestro Señor, llevó esa devoción a un grado tan perfecto que puede afirmar: «Yo vivo, pero ya no soy yo, es Cristo que vive en mí» (Gal 2, 20).
Ya en el siglo XIX, un abogado de Lyon, regresando de Ars, en Francia, después de haber oído apenas un sermón de San Juan María Vianney, dio testimonio de la unión del humilde párroco con Cristo usando expresivas palabras: «¡Vi a Dios en un hombre!».
Y al inicio del siglo pasado, un alma escogida, María Margarita Dina Adelaide Bélanger – la primera canadiense de la ciudad de Quebec a ser proclamada beataa por la Iglesia – buscaba describir su disposición interior diciendo: «Jesús y yo no somos más dos. Somos uno: solamente Jesús. Él hace uso de mis facultades, de mis sentidos, de mis miembros. Es Él quien piensa, actúa, reza, mira, habla, anda, escribe, enseña: en una palabra es Él quien vive…».1
Dina deseó intensamente esa unión. Conocer en profundidad a la Beata Dina Bélanger es, pues, descubrir nuevos aspectos de Cristo Jesús. En esa íntima convivencia de la criatura con el Creador, Dina desaparece y Él refulge en toda Su gloria. Ella pasa a ser como un candelabro que difunde discreta y suavemente la luz de Cristo, o como un vitral que la tamiza y reviste de colores bellamente adaptados para la sensibilidad humana. «Mi deber ahora, y mi ocupación en la eternidad, hasta el fin de los tiempos, es y será el de irradiar a Jesús para todas las almas, por medio de la Santísima Virgen».
A tal punto ella se tornó una con Cristo, que Él mismo, la llamó afectuosamente de «Mi pequeño Yo mismo».
Jesús quiere su Autobiografía
Dina habría pasado desapercibida si su superiora no hubiese discernido los favores de Dios a ella. «Usted debe escribir su vida, mi querida hermana», le dijo. Es por eso que tenemos su Autobiografía, «una de las más perfectas joyas de la literatura espiritual del siglo XX», según el teólogo carmelita, padre François-Marie Léthel.
Para Dina, escribir sobre sí misma constituía un verdadero acto de heroísmo: «Hablar continuamente de mí misma, y repetir el pronombre ‘yo’, que preferiría ver abolido para siempre… ¡Oh!». Pero obedeció, al punto de llenar con su esmerada caligrafía varios cuadernos que la superiora guardaba cuidadosamente.
Cierta vez, Nuestro Señor le confidenció: «Usted hará bien por medio de sus escritos». Y así fue. Dina hablaba con Cristo con familiaridad, y al anotar sus sagradas palabras no lo hacía visando apenas el propio beneficio, sino también el de los sacerdotes, los religiosos y de toda la humanidad.
La infancia de Dina Bélanger
Los primeros años de Dina se desarrollaron en la atmósfera tranquila de una familia franco-canadiense de mucha fe. Nació en el distrito de SaintRoch, de la ciudad de Quebec, y fue bautizada en el propio día de su nacimiento, el 30 de abril de 1897, con el nombre de María Margarita Dina Adelaide.
Su único hermano murió a los tres meses de edad. A partir de ese momento, sus padres concentraron en ella todo su afecto y cuidados. Sobre ese período de su vida, Dina escribió: «¿Qué habría sido de mí si hubiese sido dejada a merced de mi orgullo, mi obstinación, mis caprichos y mis jugueteos injustificables?».
Serafina, su madre, la llevaba siempre a la iglesia y en sus visitas a los pobres. A Ella le gustaba mucho cantar a la hija, lo que llevó a la niña, naturalmente dotada de sentido artístico, a tener pasión por la música.
El padre, Octavio, era contador. Tal vez haya sido de él que Dina heredó su precisión al expresarse y la forma metódica de cumplir sus deberes.
Por la Hna. Elisabeth Veronica MacDonald, EP
(Mañana: Resoluciones y metas de vida – Luchas de alma y ofrecimiento como víctima)
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1 Todas las citas fueron extraídas de BÉLANGER, Dina. Autobiography. Edition revised and update. 3a. ed. Atelier Rouge: Quebec, 1997
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