Puerto Alegre (Lunes, 04-08-2014, Gaudium Press) En este mes de agosto, Mons. Jaime Spengler, Arzobispo Metropolitano de Puerto Alegre, en el estado de Río Grande del Sur, Brasil, escribió un artículo sobre la vocación. Él inicia su reflexión citando una frase del Papa Francisco: «La vocación es un fruto que madura en el terreno bien cultivado del amor de unos a otros, que se hace servicio recíproco, en el contexto de una vida eclesial auténtica. Ninguna vocación nace por sí, ni vive para sí».
El Arzobispo afirma que todos nosotros deseamos una vida bien vivida, deseamos una vida con sentido, y nuestras búsquedas, proyectos y sueños se sustentan a partir de un horizonte de vida sólido. Según él, la pregunta, tal vez siempre necesaria, es: ¿qué significa una vida, una existencia con sentido? ¿A partir de dónde se encuentra sentido para la propia vida? Para Mons. Jaime, aquí ciertamente se expresa el noble, digno y necesario servicio de orientar, dialogar y auxiliar. Al final, percibir cuál es el camino de vida que viene al encuentro de las tendencias, dotes e incluso necesidades personales, no siempre es tarea fácil.
La Vocación, estatua en el Palacio Episcopal de Granada, Nicaragua |
El Prelado recuerda una historia, perteneciente a la tradición hebraica, que puede auxiliar en la comprensión de los desafíos característicos en cuanto a la necesidad de realizar una opción de vida. Dice la historia: «Un cierto rabí buscó a su maestro, suplicándole: ‘indicadme un camino universal para el servicio a Dios’. El maestro respondió: ‘¡No se trata de decir al hombre cual camino debe recorrer, porque existe una estrada por medio de la cual se sigue a Dios a través del estudio, otra, por medio de la oración, y otra, por medio del ayuno, y comiendo! Es tarea de cada hombre conocer bien la dirección de cuál camino lo atrae, conocer su propio corazón y después escoger aquella estrada con todas las fuerzas’ «.
También de acuerdo con Mons. Jaime, la persona humana es única y posee una tarea intransferible: Cada ser humano es convocado a testimoniar su irrepetibilidad. El Arzobispo explica que para eso se hace necesario el conocimiento de sí mismo, de las propias cualidades y tendencias esenciales, pues considerando ese conjunto de elementos es posible explorar un camino de vida.
Además, el Prelado resalta que la elección de un camino de vida requiere mucho más que la opción por una determinada profesión, pues la profesión tiene que ver con preparación técnica, competencia, eficiencia productiva, ganar pan, función social, status, reconocimiento externo. Conforme él, todo eso presupone decisión personal, realización, llamado interior, pasión, amor y gusto por lo que se hace, o sea, presupone vocación.
«Así, retomando la historia de la tradición hebraica, se puede percibir que el servicio de Dios requiere mucho más que solamente profesionalismo. Exige escucha del propio corazón, para conocer bien la dirección de cuál camino a él lo atrae», destaca.
Otro factor enfatizado por el Arzobispo es que la vocación se orienta eminentemente a un futuro, realizándose, sí, en el presente, pero orientada al futuro. Por eso, Mons. Jaime afirma que vocación es una tarea en constante realización, pues de la profesión nos jubilamos, mas ya aquello que denominamos vocación sobrepasa todas las fases de la existencia.
«La escucha del propio corazón requiere sintonía, escucha, disposición para acoger aquello que la vida solicita. Escucha y comprende tal solicitud quien cultiva la afección, la cordialidad, el amor, el respeto por la propia condición. Para nosotros, cristianos y cristianas, la condición es de hijos e hijas, seguidores y seguidoras del Señor, camino, verdad y vida», agrega.
Por último, el Prelado recuerda que Jesús, camino, verdad y vida, recorría las ciudades y aldeas, y contemplando la multitud se llenó de compasión por ella, pues estaba cansada y abatida, como un rebaño de ovejas sin pastor. Dijo, entonces, a sus discípulos: «La cosecha es grande, pero los trabajadores son pocos. Rogad, por tanto, al Señor de la cosecha para que envíe trabajadores a su cosecha» (Mt 9,35-38).
«Ojalá podamos cooperar para que hombres y mujeres, especialmente los adolescentes y jóvenes, sepan y puedan corresponder a la vocación recibida, y ser en el mundo cooperadores del Señor en la construcción de su Reino», concluye. (FB)
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