San Sebastián (Lunes, 04-08-2014, Gaudium Press) El pasado 31 de julio Mons. José Ignacio Munilla celebró la eucaristía en la Basílica de Loyola, en honra del santo conmemorado en ese día, el fundador de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola. Mons. Mulla es obispo de San Sebastián y el patrono de su sede es también San Ignacio.
Al momento de hablar de ese gran modelo que fue San Ignacio, el obispo de San Sebastián recordó que el santo «fue un hombre seducido por las narraciones de la vida de los santos, a las que pudo tener acceso durante su convalecencia en la Casa Torre de Loyola». Esas lecturas «despertaron en el corazón de Ignacio un vivo deseo de conversión y de imitación: ‘Si San Francisco lo hizo, yo lo tengo que hacer. Si Santo Domingo lo hizo, yo lo tengo que hacer’… Ahora bien, nadie se convierte a un libro, sino a lo que un libro le desvela. ¿Y qué es lo que le desvelaron a Ignacio aquellos libros piadosos? Le descubrieron que solo merece la pena entregar la vida plenamente al Rey Eterno, es decir, a Dios; dar la vida por la Verdad con mayúscula, enamorados de su Bondad, y atraídos por su Belleza infinita».
Este entusiasmo por las vidas de los santos, ya evidenciaba la grandeza de alma del Santo de Loyola. «En efecto, por lo general, se percibe aquello que se está preparado para percibir, aquello que se anhela». Era realmente San Ignacio «un heredero del idealismo cristiano»; «Ignacio creían en la existencia de los grandes ideales».
Mons. Munilla supone que el «Ignacio joven no estaría exento de las pasiones que nos empujan al egoísmo. (…) Pero es obvio que el de Loyola era heredero de una concepción de la vida de profunda raíz cristiana… La conversión de San Ignacio no consistió en pasar de la indiferencia, del cinismo o del «pasotismo», a empezar a creer en la existencia de los grandes ideales. Es un hecho que Ignacio ya era un idealista antes de su conversión en Loyola. En su caso, más bien, la conversión consistió en fijar el verdadero norte, al cual dirigir su pasión por la vida, así como al ordenamiento de su vida conforme a estos ideales».
Teniendo lo anterior en perspectiva, Mons. Munilla afirmó que la Iglesia debe, sí, proclamar el kerigma, «pero además de esto, es necesario también hacer un juicio crítico de las bases sobre las que se sustenta nuestra cultura materialista y capitalista. La cosmovisión de nuestra cultura secularizada ha dado la espalda a cualquier idealismo».
«Acaso tengan hoy mayor actualidad que nunca las palabras que, tomadas del Evangelio, Ignacio de Loyola dirigió a un Francisco Javier que vivía su libertad sin norte: ‘¿De qué te sirve ganar el mundo entero si pierdes tu vida?’. Que traducido a nuestro lenguaje sería: ¿De qué te sirve una libertad que te conduce al abismo?», se preguntó el obispo de San Sebastián.
Concluyó Mons. Munilla recordando las palabras del samo 119 que rezan «Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi camino; lo juro y lo cumpliré: guardaré tus justos mandamientos». «¡Ojalá nuestros pasos puedan iluminar también a los que vengan detrás de nosotros! Y es que nuestra libertad no es ni absoluta, ni plenamente autónoma. Es la libertad propia de los que hemos sido creados por Dios para darle gloria, y formamos parte de una historia de salvación: Es la libertad de los hijos de Dios».
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