Quilmes (Martes, 12-08-2014, Gaudium Press) Con ocasión de la celebración del Día del Diácono, que la Iglesia conmemora el 10 de agosto, día del mártir-diácono San Lorenzo, Mons. Carlos José Tissera, obispo de Quilmes – Argentina, animó a estos ministros a continuar su camino de servicio a la Iglesia, tras los pasos de Jesús.
«Que seamos hombres dispuestos a la escucha, a la acogida cordial, para acompañar desde la cercanía y la comprensión, anunciando la alegría del Evangelio», expresó Mons. Tissera en su saludo. El prelado hizo también un reconocimiento a las familias y particularmente a las esposas de los diáconos; a todos el Señor recompensará por el tiempo y esfuerzos dedicados.
San Lorenzo Mártir, estatua en la Abadía del Mont Saint-Michel, Francia |
«Particularmente quiero abrazar fraternalmente a los diáconos más ancianos, a los enfermos e imposibilitados. A vos, que sufrís por no poder servir como quisieras, quiero darte las gracias por tu paciencia en la entrega y por tu oración perseverante, que es un servicio precioso para toda la Iglesia. También el afectuoso saludo a tu familia que te acompaña en estas circunstancias», manifestó.
El obispo de Quilmes citó al Pontífice reinante, cuando dijo: «Uno sabe bien que su vida dará frutos, pero sin pretender saber cómo, ni dónde, ni cuándo. Tiene la seguridad de que no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia. Todo eso da vueltas por el mundo como una fuerza de vida».
Y para las ocasiones de desánimo, Mons. Tiserra recordó los aspectos sobrenaturales de la altísima misión del diácono: «A veces nos parece que nuestra tarea no ha logrado ningún resultado, pero la misión no es un negocio ni un proyecto empresarial, no es tampoco una organización humanitaria, no es un espectáculo para contar cuánta gente asistió gracias a nuestra propaganda; es algo mucho más profundo, que escapa a toda medida. Quizás el Señor toma nuestra entrega para derramar bendiciones en otro lugar del mundo donde nosotros nunca iremos. El Espíritu Santo obra como quiere, cuando quiere y donde quiere; nosotros nos entregamos pero sin pretender ver resultados llamativos. Sólo sabemos que nuestra entrega es necesaria».
Con información de Aica
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