Seúl (Sábado, 16-08-2014, Gaudium Press) En el corazón de la capital de Corea del Sur, la Plaza Gwanghwamun de Seúl, el Papa Francisco presidió la solemne Eucaristía de beatificación de 124 mártires coreanos como evento central de su visita apostólica al país asiático. Cerca de un millón de fieles que llenaron las calles de la ciudad, algunos presentes desde la madrugada, escucharon las palabras del Pontífice que exhortó a imitar las virtudes de los cristianos que dieron su vida por fidelidad al Evangelio.
Altar de la multitudinaria Eucaristía campal en la plaza Gwanghwamun de Seúl, Corea del Sur, durante la Beatificación de los 124 mártires coreanos. Foto: Jeon Han / Republic of Korea. |
«Cristo ha vencido y su victoria es la nuestra», afirmó el Papa Francisco en su homilía. «Hoy celebramos esta victoria en Pablo Yun Ji-chung y sus 123 compañeros (…). Vivieron y murieron por Cristo, y ahora reinan con Él en la alegría y en la gloria». El Santo Padre inspiró su predicación en la pregunta de San Pablo «¿Quién nos separará del amor de Cristo?» para explicar cómo la unión con Dios y la participación en la vida de Jesús son el mayor premio y la mayor victoria del hombre.
El Papa destacó el fruto del valiente testimonio de los nuevos beatos. «La victoria de los mártires, su testimonio del poder del amor de Dios, sigue dando frutos hoy en Corea, en la Iglesia que sigue creciendo gracias a su sacrificio», afirmó. Por este motivo invitó a los creyentes a honrar la memoria de los mártires con su propio testimonio, «a recordar las grandezas que Dios ha hecho en esta tierra, y a custodiar como un tesoro el legado de fe y caridad confiado a ustedes por sus antepasados».
El Papa Francisco durante su entrada a la plaza en medio de cientos de miles de fieles. Foto: Jeon Han / Republic of Korea. |
Ejemplo de testimonio valiente
El Santo Padre también resaltó el carácter laical de la primera evangelización de Corea, fruto de la búsqueda de la verdad aun en ausencia de misioneros, y la manera como los seglares llevaron el mensaje de Cristo y prepararon una comunidad deseosa de participar en la vida sacramental a la espera de la llegada de los primeros sacerdotes. Esta primera comunidad tuvo que dar pronto la más extrema prueba de su fe. «Poco después de que las primeras semillas de la fe fueran plantadas en esta tierra, los mártires y la comunidad cristiana tuvieron que elegir entre seguir a Jesús o al mundo», recordó el Pontífice, quien relató cómo la persecución los obligó a dejar sus pertenencias y huir a las montañas, donde constituyeron aldeas católicas.
«En nuestros días, muchas veces vemos cómo el mundo cuestiona nuestra fe, y de múltiples maneras se nos pide entrar en componendas con la fe, diluir las exigencias radicales del Evangelio y acomodarnos al espíritu de nuestro tiempo», alertó el Papa. «Sin embargo, los mártires nos invitan a poner a Cristo por encima de todo y a ver todo lo demás en relación con él y con su Reino eterno. Nos hacen preguntarnos si hay algo por lo que estaríamos dispuestos a morir».
Los mártires son también ejemplo de caridad en ayuda fraterna de esas comunidades cristianas y de alegría cristiana ante la adversidad e incluso la muerte. La beatificación también representa para el Santo Padre la memoria de numerosos mártires anónimos de todo lugar y todo tiempo. Para los católicos, es un día de alegría por el heroico ejemplo que enriquece notablemente la historia del pueblo coreano. «Que la intercesión de los mártires coreanos, en unión con la de Nuestra Señora, Madre de la Iglesia, nos alcance la gracia de la perseverancia en la fe y en toda obra buena, en la santidad y la pureza de corazón, y en el celo apostólico de dar testimonio de Jesús en este querido país, en toda Asia, y hasta los confines de la tierra», concluyó.
Con información de Zenit.
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