lunes, 25 de noviembre de 2024
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De paseo con unicornios

1.jpgRedacción (Jueves, 21-08-2014, Gaudium Press) Uno de los libros-álbum que más agradable y duradera impresión causó a mis años mozos fue ‘Unicorns I have known’ (Los Unicornios que he conocido), del tal vez más reconocido ‘fotógrafo equino’ del planeta, el americano Robert Vavra.

Alguien diría que nada podría sumarse a esa perfección llamada caballo sin que el agregado resultara excesivo, redundante. Es que el ya muy noble animal llamado caballo, natural y excelente pedestal para el ser humano -y que también es elevadamente bello en solitario-, poco tiene en parangón en su diversidad casi sin límite. Los hay blancos y azabaches, bayos y pintos, alazanes, moros y zainos. Dios creó desde los tiernos ponis hasta los gigantescos percherones, pasando por los andaluces, los estrictamente árabes, los salvajes mustang y los apppaloosa, los variados de tiro y los trotones, el noble argentino, los de paso fino, los simpáticos criollos, etc., etc.

Entretanto un día a alguien (¿tal vez al mismo Creador?) se le ocurrió sumarle al caballo un largo, delicado, fuerte y puntudo cuerno que parte de su frente, y ahí ocurrió la maravilla que conocemos como unicornio. El libro de Vavra es una recopilación de algunas de sus más bellas imágenes de equinos, a las que las tecnologías modernas de diseño permitieron agregarles esos cuernos con los que alcanza la sublimidad.

3.jpgAsí como Notre-Dame de París perdería algo de su ‘ángel’ sin la aguja de su cúpula; así como la Abadía del Mont Saint-Michel toca el cielo de lo mítico y lo paradisiaco con su aguja coronada por el príncipe dorado de la milicia celestial, el caballo se acerca a su arquetipía beatífica cuando se lo corona de un maravilloso cuerno.

Vavra colocó los unicornios de su álbum en los más variados y sugestivos ambientes: un nutrido campo de girasoles, o en la playa gris y a veces un poco adentro en mares taciturnos; también vagando por un terreno agreste salpicado de hermosos pavos reales; sea también en parejas o como solitarias y tímidas yeguas-unicornias blancas, de espesa crin adornada con delicadas rosas rojas. El fotógrafo-artista los puso en reposo y también a caminar, o a trotar o a galopar, pero nunca en contacto con el hombre, respetando así la leyenda (¿leyenda?) de que estos solo pueden ser vistos por almas muy puras, preferiblemente límpidas doncellas.

Leyenda. ¿Unicornios=mitología? Quien sabe…

Muy lejos de toda la parafernalia de espúreos mitos esotéricos y new age que buscan ensuciar la figura dorada del unicornio, tenemos afirmaciones como la de Santa Hildegarda de Bingen, doctora de la Iglesia, cuando habla del unicornio en sus obras 1, como por ejemplo cuando en su Física recomienda el hígado de este equino para las enfermedades de la piel, entre otras dolencias:

[…] come las plantas limpias. Cuando anda lo hace como a saltos. Huye de los hombres y de los otros animales, excepto de los de su especie y por eso no se les puede capturar. Pulveriza hígado de unicornio y pon este polvo en grasa sacada de la yema de un huevo para hacer un ungüento y no hay lepra, del género que sea, que no se cure si la untas a menudo con este ungüento, a menos que la muerte esté presente para el que la tenga, o que Dios no quiere curarlo. El unicornio tiene limpieza y buen calor, y la grasa de la yema del huevo es la cosa más preciosa del huevo y es como un ungüento. La lepra procede muy a menudo de la bilis negra y de superabundancia de sangre negra.

Házte un cinturón de piel de unicornio, cíñetelo en contacto con la piel y ninguna enfermedad fuerte o fiebre dañará tu interior. Otras partes del unicornio no son convenientes para medicinas. 2

2.jpg

La Beata Anna Catalina Emmerick ve los unicornios en el paraíso terrenal, e incluso los observa entrando al Arca de Noé, donde este animal era «de modo particular manso y cariñoso». 3 Tal vez los unicornios se hayan refugiado en el Paraíso terrenal, lugar «que existe aún», pero que al hombre «le es del todo imposible llegar hasta él». 4

Trabajarán los teólogos sobre la interpretación de esos textos.

Y entretanto, el problema central no es si existen o existieron o no los unicornios. El asunto es que la contemplación de este animal mítico o real nos eleva el espíritu, nos da noticias de una belleza ideal, algo así como una cereza perfecta que corona el postre de lo más bello de la naturaleza, algo como una perfecta y exquisita crema chantilly de un delicioso café vienés, pero algo más. El unicornio nos habla de una belleza suprema que está más allá de lo real percibido por los sentidos.

Una belleza que finalmente no es mítica, sino que es la más real de todas, pues es la Patria celestial, donde habita el Creador.

Una belleza que será característica esencial de esa Patria de Inocentes que es el cielo, inocentes de esos que se encantan pensando en que es posible la existencia de los bellos unicornios…

Por Saúl Castiblanco

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1 Cfr. Prologo de Mons. Melchor Sánchez de Toca, del LIBRO DE LAS CAUSAS Y REMEDIOS DE LAS ENFERMEDADESS, Santa Hildegarda de Bingen, Traducido de la edición típica del Liber Causae et Curae, y anotado por José María Puyol y Pablo Kurt Rettschlag. HILDEGARDIANA. MADRID. Febrero 2013

2 Unicornios y dragones según Santa Hildegarda. José María Sánchez de Toca. Religión en Libertad. 2-III-2014 in: http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=21058

3 Visiones y revelaciones de la Ven. Anna Catalina Emmerick. Tomo I – El Antiguo Testamento. Ed. Surgite. pag. 11

4. Idem

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