Redacción (Viernes, 29-08-2014, Gaudium Press) De acuerdo con una antigua tradición, el cuadro de Nuestra Señora de Czestochowa es copia fiel de la pintura hecha por San Lucas evangelista, que por ocasión de las seguidas visitas que hizo a la Madre de Dios para recoger de ella los pormenores de la infancia de Jesús, pintó la imagen de la Virgen María en la tabla de la mesa de cedro que ella utilizaba para trabajar y rezar.
Cuando inició la pintura del rostro de la imagen, el Evangelista, preocupado en expresar de la mejor forma posible toda la belleza de Nuestra Señora, se recogió para meditar y acabó durmiendo, y cuando despertó, la obra estaba totalmente lista.
Santa Helena y Constantino
Muchos años después, alrededor del año 323, durante la ocupación de Jerusalén por el ejército romano, Santa Helena fue hasta la Tierra Santa a buscar la Santa Cruz. Llegando allá, recibió el cuadro de regalo y después de haber encontrado la Santa Cruz, envió ambos a su hijo, el Emperador Constantino.
Recién convertido al cristianismo, Constantino instaló el cuadro en una capilla privada de su palacio. Después de más de 400 años, el cuadro fue transferido para la capilla del castillo Belz, en Rusia, donde permaneció por mucho tiempo.
Príncipe Ladislao
Después que Rusia perdió una guerra trabada contra Hungría y Polonia, el castillo Belz fue entregado al príncipe Ladislao, que encontró el cuadro de Nuestra Señora y lo instaló en la capilla de su palacio. Poco tiempo después, la ciudad fue invadida por Tártaros, que atacaron el castillo.
Percibiendo que, a pesar del heroísmo de sus soldados, los invasores vencían por ser mucho más numerosos, Ladislao se postró delante de la Madre de Dios e imploró su protección, que vino sin demora. Agradecido por ese auxilio y deseando proteger el cuadro del ataque de los bárbaros, resolvió llevarlo para Opole (Polonia) capital de su principado.
Nuestra Señora de Jasna Gora
El cuadro fue entonces trasportado, por designio de Dios, a una colina cerca de Czestochowa, que, después recibió el nombre de Jasna Gora.
En el año 1382, el cuadro fue confiado a los cuidados de los Frailes Paulinos, que recibieron del Príncipe Ladislao ayuda para construir un convento y una iglesia con la intención de conservar el milagroso objeto.
El 27 de noviembre de 1429, a través de una Bula, el Papa Martín V concedió la bendición papal y diversas indulgencias al Santuario.
La llegada del cuadro de Nuestra Señora a tierras polacas fue acompañada por numerosa cantidad de fieles provenientes de los más diversos lugares del país en busca de conforto material y espiritual. Con la idea de manifestar gratitud por las gracias alcanzadas, los peregrinos obsequiaban al Santuario donativos en oro, plata, piedras preciosas y dinero. De entre esos devotos estaba la reina de Polonia, Santa Edwiges, y su esposo, el rey Ladislao Jagiello.
Con rica ornamentación, el cuadro milagroso se tornó blanco de codicia de asaltantes e infieles, de tal forma, que, alrededor del año 1430, bandidos invadieron el Santuario, arrancando del altar, joyas, cálices y el cuadro milagroso. En la fuga, uno de los asaltantes que percibía que el robo del cuadro colocaba en riesgo su libertad, pues soldados armados ya estaban atrás de ellos, se encolerizó y antes de huir, golpeó el cuadro con su espada por diversas veces. Dejando el cuadro partido en tres y el rostro de Nuestra Señora herido.
Viendo el estrago cometido, los frailes pidieron al rey de Polonia Ladislao Jagiello que ayudase en la restauración del cuadro. Después de varios intentos sin éxito por parte de pintores famosos, un joven se dirigió al rey y declaró que Nuestra Señora no quería que las cicatrices fuesen borradas. Y después de eso concluyó la restauración del cuadro. Tras restaurar la obra por completo, el joven desapareció.
Reina de Polonia
De regreso al trono, el cuadro de Nuestra Señora de Czestochowa fue nuevamente ornado de oro, plata y piedras preciosas, donados por los reyes y el pueblo. El Santuario continuó atrayendo numerosa cantidad de fieles que con confianza, fe y esperanza presentaban sus necesidades a la Madre de Dios.
En el año 1655, los suecos invadieron Polonia, atacando el Convento y el Santuario de Czestochowa, donde estaban apenas frailes y 50 familias y algunos soldados. Los suecos cercaron el lugar y durante 40 días atacaban con más de 15 mil hombres, equipados con cañones y diversas bombas incendiarias.
Confiados en la protección de la Madre de Dios, los frailes y demás sitiados, organizaron una procesión alrededor del Santuario, cantando y rezando en medio de los ataques del enemigo que, reconociendo las fuerzas sobrenaturales de los sitiados, resolvieron alejarse y poco después acabaron siendo expulsados del país.
Al año siguiente, 1656, Nuestra Señora de Czestochowa fue declarada, oficialmente, por el Papa, como Reina de Polonia. (EPC)
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