Redacción (Jueves, 28-08-2014, Gaudium Press) Terminada la lectura del muy interesante libro «El Último Exorcista», del Padre Gabriele Amorth -anterior exorcista de la diócesis de Roma, quisimos hacer una aproximación de lo que sería un perfil psicológico del demonio, teniendo en vista algunos de los rasgos que comúnmente se consideran en una evaluación psicológica de la personalidad, relacionándolos por su vez con lo que nos dice el exorcista de su valiosa experiencia de primera mano. Esa es la intención de estas líneas.
Sobre doctrina teológica acerca del maligno y su real poder se pueden ver los siguientes artículos de Gaudium Press (Artículo 1) (Artículo 2).
Primero hemos de decir que hay demonios de muchos ‘estilos’, de diversas ‘psicologías’, de variados ‘caracteres’. Así lo eran cuando aún estaban constituidos como ángeles de luz, y si bien la rebeldía contra Dios destrozó su equilibrio interno, creemos no errar cuando afirmamos que han conservado varios de sus rasgos originarios que los hacen desiguales. Entretanto, su rebelión ocasionó modificaciones sustanciales en sus espíritus, que terminan creando condiciones comunes a todos los ángeles caídos, y que hoy constituyen la base de su «personalidad», como veremos.
La Virgen, poderosísima aliada en la lucha contra el maligno |
Por ejemplo en el ‘continuum’ introversión – extroversión.
Normalmente el demonio se muestra bastante «extrovertido» durante los exorcismos. Por boca y cuerpo de los posesos grita mucho, gesticula bastante, habla en demasía, realiza bulliciosos pseudo-milagros durante las sesiones, frecuentemente intenta intimidar al exorcista con su parafernalia escandalosa. Entretanto… cuando se indaga con el poder de Cristo y de la Iglesia por asuntos referentes a la fe -como por ejemplo el nombre del santo al cual teme más o cuando se le pide que reconozca la realeza y poder de Jesús o María Santísima- su locuacidad excesiva se transforma muchas veces en un silencio rabioso que no es fácilmente vencido. Asimismo, es cierto que cuando alguien distinto al sacerdote que preside el rito litúrgico intenta entablar conversación con el espíritu maligno o simplemente con la persona poseída, él rápidamente dirige su atención a este nuevo interlocutor, situación de la cual muchas veces el incauto e inoportuno dialogante sale malherido. Entonces, resumiendo este punto, el demonio más que extrovertido es parlanchín, de las cosas que atañen a sí mismo, a su orgullo.
En el ‘continuum’ ansiedad (neuroticismo) – estabilidad, es claro que el demonio es el ansioso por excelencia. Normalmente no es necesario sino que el Sacerdote comience el ritual del exorcismo para que el demonio manifieste todo su nerviosismo, su inestabilidad, su ansiedad. El primer ritual exorcístico del P. Amorth fue con un campesino italiano, «hombre de 25 años, delgado. Se notaban sus orígenes humildes. Se veía que todos los días tenía que enfrentarse a un trabajo bellísimo pero muy duro. (…) Me pongo la estola -relata el P. Amorth-, tomo el breviario y el crucifijo. Cerca tengo el agua bendita. Comienzo a recitar el exorcismo en latín: ‘No te acuerdes, Señor, de nuestras culpas o de las de nuestros padres y no nos castigues por nuestros pecados. Padre Nuestro…’ «. 1
En concreto la reacción de este primer demonio exorcizado por el P. Amorth no fue instantánea: primero convirtió al pobre poseído en rígida estatua, pero después de otras pocas oraciones «es en este momento cuando el campesino, de repente, levanta la cabeza y me mira fijamente. Y al mismo tiempo estalla en un grito de cólera y miedo. Se enrojece y comienza a gritar injurias en inglés. Permanece sentado. No se me acerca. Parece que me teme. Pero al mismo tiempo quiere aterrorizarme. – ¡Cura, termina ya! ¡Cállate, cállate, cállate! Y luego blasfemias, palabrotas y amenazas…».
Es bien cierto que a veces el demonio busca ocultarse en medio del ritual. El Padre Amorth afirma que estos pueden ser los demonios más arraigados y los más poderosos. No obstante, inclusive con esos, su ansiedad intrínseca no deja de manifestarse en determinado momento, como por ejemplo se evidencia en el siguiente relato: «Mario, soy el padre Amorth»- dice el exorcista a una persona que da síntomas de posesión. «- Ahora diré una oración por usted, ¿le parece? Ninguna respuesta. Empiezo la oración de exorcismo. Mario no reacciona. Ni se mueve ni habla. Llego hasta el final de exorcismo sin ningún problema. De modo que me despido de Milena (la esposa) y le prometo volver al día siguiente. (…) Al día siguiente la escena se repite de la misma manera. (…) No responde a mis preguntas. No reacciona ante el exorcismo. Y así será durante todo el mes». El Padre Amorth les sugiere entonces ver a otro exorcista, el Padre Saverio. Con el Padre Saverio el demonio sí comienza a manifestarse desde la primera sesión de exorcismo, de forma terrible, «clásica».
Otro de los rasgos comunes del demonio manifestado durante los exorcismos es su odio. Odio contra todo y contra todos, es decir una ansiedad llevada al extremo y violenta. Ninguna manifestación de afecto, mucho menos de cariño o aprecio. Es un odio que excluye cualquier paz de espíritu.
¿Es el demonio un «deprimido»? Hay un texto de libro del P. Amorth que evidencia la carencia total de esperanza, la tristeza sin fin que lo habita, en este ser que en otros tiempos era portador de la felicidad:
«Un día estaba haciendo un exorcismo. Ya había exorcizado a esta persona muchas veces. Y ya sabía quién la poseía. No era un demonio cualquiera. Era Satanás. Una posesión profunda, difícil, casi imposible de eliminar. Le pregunté a Satanás: ‘¿por qué no te sales y te vas al infierno?’ (…) – Cura dímelo, ¿adónde debería irme? – ¿Por qué no te vas hacia Dios? ¿por qué no tocas su puerta? ¿por qué no te arrepientes y desandas tus pasos? Siguió un largo silencio. Luego habló: – Yo no volveré nunca atrás. Mi opción es definitiva. Irrevocable. Mi rechazo es para siempre. – ¿Pero no volviste alguna vez a las puertas del paraíso? – Yo no regreso jamás. Permanezco siempre aquí. Yo soy el infierno. Y Dios mi enemigo por la eternidad».
La lectura de El Último Exorcista es indiscutiblemente benéfica para tornar presente la realidad de la acción del demonio, que muchas veces olvidamos. Y para de ahí partir al reconocimiento de la necesidad de una vida de oración, de piedad, sacramental, de gran devoción a la Madre de Dios, quien desde el inicio aplastó la cabeza del demonio: «No sabría decir cuántas veces la Santísima Virgen ha venido en mi ayuda. Ella ha estado a mi lado desde el primer exorcismo. Y aún antes, desde siempre, en el curso de toda mi vida», confiesa el P. Amorth.
Por Saúl Castiblanco
___
1 Todas las citas son de: Amorth, Gabriele. Rodari, Paolo. El Último Exorcista – Mi batalla contra Satanás. Ed. San Pablo. 2da edición. 2012.
Deje su Comentario