Auckland (Martes, 02-09-2014, Gaudium Press) Mons. Patrick Dunn, Obispo de Auckland, Nueva Zelanda, ungió las manos de Jeremy Palman el pasado 09 de agosto, como parte del rito de su ordenación sacerdotal. Con cada uno de los signos, el prelado ponía punto final a una larga etapa de búsqueda y a un camino de 22 años que finalmente llevó al nuevo sacerdote al lugar a donde había sido llamado tantos años atrás.
«Fue una gran alegría, fue una alegría enorme», relató emocionado el P. Palman al informativo NZ Catholic. «A veces le digo a las personas que todavía se siente irreal. No podía creer que estuviera finalmente aquí». Si bien cada uno de los caminos que los creyentes siguen hacia su encuentro con Dios es único, el de este sacerdote resulta notable por su duración y la amorosa obstinación de Dios en su llamado. «Para mí, el sacerdocio es un inmenso regalo, pero es para la Iglesia. Es un misterio, estos hombres frágiles que son empleados para mediar la vida divina que Cristo otorga a la Iglesia».
Unción de las manos del P. Jeremy Palman por parte del Obispo de Auckland, Mons. Patrick Dunn. Foto: NZ Catholic. |
El largo camino
El P. Palman nació en una familia católica , pero sólo se hizo profundamente consciente de su fe a la edad de 18 años, cuando participó en un evento católico. «Yo nunca oraba realmente, pero cuando vi un cambio en mis amigos, vi que había algo real. Así que busqué un poco», narró. «Sentí que Dios estaba claramente atrayéndome». Efectivamente fue en ese momento cuando sintió su primer encuentro personal con Cristo y decidió ingresar al Seminario de la Santa Cruz, a la edad de 19 años. Sin embargo, perseveró poco tiempo.
Más adelante, pudo comprobar que el llamado seguí dentro de sí, y dedicó parte de su tiempo a la lectura de la vida de los santos y fomentó su amor a la Iglesia y su devoción a la Santísima Virgen y al Santísimo Sacramento del Altar. Este renovado impulso lo llevó a la Comunidad de las Bienaventuranzas en New Caledonia y más tarde en Francia. «Era muy tradicional, pero también muy nuevo», comentó. «El trabajo de la casa era recibir a los más pobres entre los pobres de las calles, personas muy frágiles, rotas».
En este trabajo caritativo pudo ver la forma como la misericordia de Dios obra en medio de la debilidad e intentó hacer un proceso de discernimiento que no le ofreció mucha claridad. «Era como si Dios estuviera esperando», explicó. Más adelante regresó a Nueva Zelanda y permaneció otros seis meses con la comunidad, tras lo cual regresó a la universidad, donde cursó ingeniería mecánica.
Ya establecido en la ciudad de Auckland y trabajando para una empresa de tecnología agrícola, evaluó la posibilidad de que su vocación fuera el matrimonio, pero nuevamente la idea del sacerdocio volvió a atraerle, mientras colaboraba con la iniciativa juvenil católica Hearts Aflame. «Un sacerdote amigo muy bueno, el P. Anthony Bernal del Opus Dei, me ayudó a discernir que Dios me llamaba. Decidí entonces que la única manera de saberlo era lanzándome», recordó.
De esta manera, el P. Palman regresó al Seminario de la Santa Cruz que había dejado años atrás. Para él, este recorrido particularmente largo es una muestra del amor de Dios para con la fragilidad humana y la dificultad actual del hombre para asumir con decisión un compromiso de vida. «Usted sabe cuántas opciones hay en la vida. Pero la atracción aún estaba allí y el llamado estaba ahí», comentó. «Dios ha sido muy paciente conmigo y muy misericordioso en el sentido de que yo he caminado y he hecho e intentado muchas cosas diferentes».
«La vocación se trata de una respuesta de amor. En realidad, al final se trata de qué es lo que Jesús desea», concluyó. Para él, la generosidad de Cristo es evidente al contemplarse a sí mismo, sacerdote, después de un largo trayecto. «Es una alegría maravillosa estar en esto, y es un privilegio».
Con información de NZ Catholic.
Deje su Comentario