sábado, 23 de noviembre de 2024
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"La Iglesia no se cansa de explorar la Escritura", afirma el Obispo de Campo Mourão, Brasil

Campo Mourão (Jueves, 04-09-2014, Gaudium Press) En su más reciente artículo, Mons. Francisco Javier Del Valle Paredes, Obispo de la Diócesis de Campo Mourão, en el estado de Paraná, Brasil, tejió algunas consideraciones sobre la importancia de la Palabra de Dios, pues septiembre es conocido como «mes de la Biblia». Según él, eso se debe al hecho de la memoria litúrgica de San Jerónimo, eximio estudioso de la Escritura que fue proclamado doctor de la Iglesia por el Papa Bonifacio VIII en 1298, que ocurre en el día 30 de septiembre.

1.jpgPara el Prelado, la Palabra Divina es prueba del amor inagotable de Dios que, hablando al ser humano, desea comunicarle la abundancia de su vida y de su plan salvífico-liberador. Así siendo, el Obispo destaca que la Palabra debe ser acogida en plan del diálogo, en que Dios habla y el hombre es llamado a oír. «Oír, no simplemente desde el punto de vista del raciocinio que busca entender. Oír según la dinámica de la experiencia que proviene de la Fe movida por la gracia que solo Dios puede dar», explica.

Pensando en eso, San Buenaventura escribió: «Es imposible a alguien proponerse conocer la Sagrada Escritura antes de recibir la Fe en Cristo en sí, infundida como lámpara, puerta e incluso fundamento de toda ella» (Breviloquium, 5,201). Según Mons. Paredes, tener Fe es el criterio fundamental para el sano relacionamiento con el mensaje divino presente en la Escritura, pues la Fe, por su origen sobrenatural, nos permite transponer el límite de la superficialidad, penetrando y sentido íntimo de cada vocablo y expresión del texto sagrado.

Es la Fe la que nos permite ampliar los horizontes

«Es también la Fe que nos posibilita ampliar los horizontes, concluyendo que la Palabra de Dios sobrepasa la letra, trayendo consigo el lenguaje de Dios comprensible a los corazones sensibles y a las consciencias despiertas a la verdad. A eso la Iglesia llama Tradición, o sea, Dios habló plenamente en el Misterio de su Hijo, encarnado, muerto y resucitado para la salvación del mundo. Dios ofreció su Revelación a los testigos, que anunciaron lo que vieron y oyeron. Paralelamente al anuncio surgieron los escritos del Nuevo Testamento. El texto escrito, sin embargo, no puede ser absolutizado como único modo de Dios hablar», evalúa el prelado.

Todavía conforme el Obispo, tal absolutización confluye en el fundamentalismo, error fatal que «evita la íntima ligación de lo divino y lo humano en las relaciones con Dios» (Verbum Domini, 44). Mons. Paredes afirma que en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, esa ligación negada por el fundamentalismo pasó a ser criterio de autenticidad para la vida de Fe. Él destaca que consciente de la necesidad de acoger el mensaje divino en plenitud, San Pablo exhortó a los tesalonicenses: «Por tanto, hermanos, quedad firmes; guardad las tradiciones que os enseñamos oralmente o por escrito».

Por último, el Prelado resalta que apoyada en esta afinada reflexión del Apóstol, la Iglesia reconoce en la Sagrada Escritura la fuente primera de la Revelación. Entretanto, de acuerdo con el Obispo, la Iglesia acoge también como constitutivo de la Fe eclesial el mensaje revelado en la Tradición oral transmitido desde los primeros siglos, y en la reflexión del Magisterio de los Papas y los obispos comunión con ellos, sucesores de los apóstoles.

Asistida por el Espíritu Santo, la Iglesia explora la Escritura

Mons. Paredes también refuerza que, asistida por el Espíritu Santo, la Iglesia no se cansa de explorar la Escritura, trayendo a la luz aquello que en ella se encuentra de manera velada. Para él, de este modo, los diversos aspectos de su doctrina no son invención de la institución: son, en verdad, producto de este trabajo de pericia en las Escrituras Sagradas bajo la fuerza y guía del Espíritu Santo.
«Septiembre es celebrado como mes de la Biblia. Busquemos, pues, oír más atentamente lo que Dios nos quiere decir a través de su Palabra y de su actuar en la historia humana. Dóciles al Espíritu de sabiduría seamos sensibles, aptos a transponer el velo de la letra y convencernos del gran amor divino escondido bajo cada palabra, texto y expresión de la Escritura», concluye. (FB)

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