Passo Fundo (Martes, 09-09-2014, Gaudium Press) Mons. Urbano Allgayer, Obispo Emérito de la Arquidiócesis de Passo Fundo, en el estado de Río Grande del Sur, Brasil, escribió en su más reciente artículo sobre David, el rey pecador y el rey santo. Para el Prelado, David fue el más festejado rey de Israel, tanto por el pueblo como por las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento. Fue grande en su crimen, pero fue también grande en el arrepentimiento.
Recordó el Obispo, que después de muchas guerras victoriosas, David optó por un descanso en Jerusalén, y un día paseando ocioso por el palacio, vio a Betsabé, mujer de Urías, gran oficial en guerra contra los amonitas. Recuerda Mons. Allgayer que él mandó llamar a la mujer y la dejó encinta, ordenando entonces al general Joab colocar Urias en el lugar más peligroso de la batalla, donde él murió, y así David se pudo casar con Betsabé.
Advertido por el profeta Natán, el rey reconoció: «Pequé contra el Señor». Replicó Natán: «El Señor perdona el pecado, pero tu hijo morirá». El Prelado entonces afirma que el hijo de David murió y él deploró su culpa. De Betsabé le nació otro hijo, al cual llamó Salomón: «Pacífico», a quien Dios amó con predilección.
«Otro hijo de David era Absalón, cuyo nombre significa Padre de la Paz. Al nombre no correspondía su procedimiento. Era el hombre más hermoso de Israel. Y también el más seductor y sediento de poder. Sentado a la puerta de la ciudad, abrazaba a las personas y las revolaba contra el rey, su padre. Y suspiraba: ‘¡Ah! Si yo fuese juez, defendería los derechos del pueblo agraviado’. Su guardia era formada por 50 hombres. Con ellos formó un ejército que, de Hebrón, avanzó sobre Jerusalén», resalta.
Todavía de acuerdo con el Obispo, el rey David tuvo que huir, injuriado, llorando ante la amenaza del hijo. Mons. Allgayer recuerda que David, experimentado en guerras, reunió un pequeño ejército bajo el comando del general Joab y antes de volver a Jerusalén, recomendó a Joab y a los otros comandantes: «Conservad vivo mi hijo Absalón». «Sin experiencia en guerra, Absalón vio su ejército destrozado. Él se puso en fuga, montado en una mula.»
Por último, el Prelado destaca que pasando debajo de un roble, los cansados cabellos de Absalón se enroscaron entre las ramas y él quedó suspendido en el aire, mientras la mula continuaba la fuga. Al saber de eso, Joab tomó tres lanzas y la clavó en el pecho de Absalón. Conforme el Obispo, los subordinados de Joab acabaron de matarlo y lanzaron su cuerpo en un agujero, cubriéndolo de piedras.
«Al recibir la noticia, David lloró amargamente y repetía: ‘Mi hijo Absalón, Absalón mi hijo. Ojalá hubiese yo muerto en tu lugar'», concluye. (FB)
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