Cornélio Procópio (Jueves, 11-09-2014, Gaudium Press) Mons. Manoel João Francisco, Obispo Diocesano de Cornélio Procópio, en el estado de Paraná, Brasil, ha publicado un artículo en que reflexiona sobre la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que será celebrada por la Iglesia el próximo domingo, día 14 de septiembre. Él explica que la fiesta comenzó a ser celebrada en 335, siglo IV, por tanto, cuando fue inaugurada la Basílica que el Emperador Constantino había mandado construir en lo alto del monte Gólgota, lugar donde Jesús había sido crucificado.
De acuerdo con el Obispo, el símbolo de la Cruz siempre ocupó un lugar central en la Fe de los cristianos, y por eso, conforme nos informa el Apóstol Pablo, para los judíos los cristianos eran motivo de escándalo y para los paganos, ocasión de escarnio y burla. Al final de cuentas, según las escrituras judaicas, era maldito todo aquel que fuese suspendido en un madero.
«Los paganos, a su vez, consideraban la Cruz, además de antiestética, indecente y perversa. Cicerón, una de las inteligencias más brillantes del Senado Romano, declaró que ‘la Cruz debía quedar lejos de los cuerpos de los ciudadanos romanos, y también de sus pensamientos, de sus ojos y de sus oídos'», destaca.
Cruz y Resurrección
Según el Prelado, para los cristianos la Cruz es salvación y fuerza de Dios, pues a través de su muerte en la Cruz, Jesús se identificó con todos los crucificados de la tierra, tomando sobre sí el sufrimiento de ellos. Mons. Francisco afirma que si estaba con ellos en el sufrimiento, no los dejaría en su resurrección: está aquí el sentido y el fundamento de la esperanza de todos que con Fe asumen y cargan la Cruz de sus sufrimientos.
«Sin embargo, es preciso estar atento. Siempre existe el riesgo de idolatrar la Cruz. A través de la historia, en muchas oportunidades, ella fue usada para justificar los abusos y los intereses de aquellos para quien el estómago era dios y lo vergonzoso era gloria», completa.
Además, el Obispo resalta que para ser seguidor y discípulo de Cristo, la condición es asumir la Cruz. «Si alguien quiere venir atrás de mí, renuncie a sí mismo, tome su Cruz, cada día, y me siga», dijo Jesús (Lc 9,23). Para el Prelado, la propuesta es la misma para todos -pobres y ricos, siervos y señores, hombres y mujeres- pero se dirige de forma diferenciada para unos y otros.
Por último, Mons. Francisco enfatiza que los cristianos al acoger la Cruz de Jesús lo hacen como compromiso con la lucha por más dignidad y más humanización.
«Al acoger la propuesta de la Cruz los cristianos se dejan conducir para dentro del sufrimiento de Cristo y con él asumen todo el dolor del mundo para liberarlo de este mismo dolor. Como San Pablo, los cristianos traen en sus cuerpos la agonía de Jesús en la Cruz a fin de que la vida de Jesús se manifieste, no solo en sus vidas, sino también en la vida de los hermanos y de toda la creación», concluye. (FB)
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