Redacción (Martes, 16-09-2014, Gaudium Press) La Iglesia de Madrid ha vivido con gozo y esperanza el nombramiento del nuevo Arzobispo, Mons. Carlos Osoro Sierra. Sus amigos de Cantabria, Orense, Asturias, Valencia, Madrid y los de allende los mares, también nos hemos alegrado al saber que ese hombre sencillo y piadoso, educado y culto, de firmes convicciones va suceder al Cardenal Rouco Varela, que tanto ha hecho en sus veinte años de episcopado al servicio de la iglesia que peregrina en Madrid.
En estos días he vuelto a leer un libro que revela bien el pensamiento del Arzobispo electo de Madrid: «A la Iglesia que yo amo», del entonces sacerdote, Vicario general y rector del Seminario de Santander, D. Carlos Osoro Sierra.
Recordemos unos breves trechos de esa obra tan agradable de ser leída y tan actual, que nos revela un hombre amante de la Iglesia:
El poder viene de Dios, a quien debemos hacer presente
Dice Don Carlos que «dejar entrar a Cristo en nuestras vidas significa aprender y saber lo que es criatura de Dios, lo que ha puesto en nosotros, lo que es su bondad, lo que de imagen de Dios tenemos y lo que implica vivir con los demás desde está imagen. Impresiona pensar que Cristo haya querido nuestra vida para hacerse presente en esta historia. Y maravilla porque una vez más comprobamos cómo el Señor quiere servirse de lo débil, de lo pequeño, de lo sencillo, de lo que no tiene valor, de lo insignificante, para mostrar que es El quien tiene fuerza y poder»… …»La responsabilidad que tenemos es hacer presente a Dios entre los hombres, realizarlo en el mundo concreto que nos toca vivir».
Nadie en la Iglesia tiene el monopolio del Espíritu
Y para hacerlo a Dios presente entre los hombres el entonces Rector del Seminario Monte Corbán y ahora Arzobispo electo de Madrid recuerda que «el mundo de hoy necesita signos evidentes de la presencia de Dios entre los hombres y un signo que Dios ha querido poner es la Iglesia. Nosotros somos parte de ella, pero urge que nos dejemos iluminar con la luz de la verdad. Para iluminar con esa luz es urgente que nos juntemos para recibir al Espíritu. (…) Urge que en la Iglesia nos veamos como hermanos y descubramos que nadie puede decir Jesús es Señor, si no lo inspira el Espíritu; urge que caigamos en la cuenta de que nadie tiene el monopolio del Espíritu y que una condición esencial según el Señor para recibirlo, es vivir junto a Él. Ir donde EL cada vez que tengamos sed, pues nos la quita con el Espíritu. El Espíritu insinúa y da a su Iglesia diversidad de dones, carismas, ministerios para el servicio de la misma Iglesia para que así ésta edifique el mundo como Dios quiere que sea».
La alegría de evangelizar a los hombres de nuestro tiempo
Y ¿a quiénes se debe dirigir el evangelizador de nuestra época? Don Carlos Osoro lo tenía claro ya cuando publicó «A la Iglesia que amo»: «Esta es nuestra alegría: manifestar a los hombres su nombre, es decir la persona de Dios. Pero quiere que lo hagamos con los hombres que nos pone en nuestro camino; no con los que nosotros quisiéramos, sino con los que Él nos da en cada momento, Lo mismo que Cristo lo hizo con los que se le dio. Nuestra alegría estará en manifestar Dios a los hombres de nuestro tiempo y con los que en concreto nos toca vivir y hacerlo desde la Iglesia concreta que tenemos. Guardarse para otra ocasión. Para cuando los hombres piensen como yo, no entra en las actitudes de Jesucristo y, por tanto, no pueden ser incorporado a su programa».
Tres ideas que revelan el pensamiento del nuevo Arzobispo de Madrid. Tres coordenadas de lo que puede ser su ministerio. Tres razones para admirarle más y rezar más por su nueva tarea.
Por José Alberto Rugeles
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