Ginebra (Viernes, 19-09-2014, Gaudium Press) El aumento de la población anciana representa desafíos importantes para las naciones, sobre todo en cuanto en el deber de protección de su dignidad y de sus derechos. Este fue el tema de la vigésimo séptima Sesión Ordinaria del Consejo de Derechos del Hombre de las Naciones Unidas en Ginebra y ante esta organización la Iglesia dio una voz de alerta: La Santa Sede «encuentra muy alarmante la creciente utilización del llamado «suicidio asistido», afirmó Mons. Silvano Tomasi, Observador Permanente ante las Naciones Unidas en Ginebra. El prelado también advirtió que un informe presentado ante el Consejo menciona un supuesto derecho «a una muerte digna», lo cual contradice el derecho humano a la vida en todas las circunstancias.
La ausencia de una visión integral impone a los ancianos un camino más difícil en el cual pueden sientirse como una carga para los demás. Foto: Riccardo Romano |
La intervención de la Santa Sede en su calidad de Estado Observador criticó la ausencia de una perspectiva integral cuando se analizan los retos planteados por el envejecimiento poblacional en diversos países. La tendencia, expresó Mons. Tomasi, «es demasiado frecuentemente calculada sólo sobre la base del impacto económico proyectado», para el cual el aumento de adultos mayores implica un freno para el crecimiento económico. «Mi delegación está preocupada», declaró Mons. Tomasi, «de que esta visión limitada constituya una seria amenaza para el disfrute pleno de los derecho por parte de los ancianos. Desafortunadamente, la sociedad eficiente actual tiene a marginar a nuestros hermanos y hermanas vulnerables, incluyendo los mayores, como si fueran una ‘carga’ y un ‘problema’ para la sociedad».
Esta advertencia de la Santa Sede contrasta con el deber de la sociedad, también señalado por el Observador Permanente, de crear condiciones para que los adultos mayores puedan continuar aportando desde su experiencia y testimonio en favor del bienestar de la sociedad. Esto requiere un gran compromiso por adaptar la estructura social, los servicios de salud, las tecnologías, entre otros muchos aspectos, además de una adecuada relación entre las generaciones. Mons. Tomasi pidió una mayor integración de los adultos mayores en la sociedad y advirtió sobre tendencias que contradicen este propósito, como lo es la presión que algunos sufren para ir a vivir a regiones del mundo con un menor costo de vida. «Es esencial respetar y preservar, tanto como sea posible, los vínculos de los mayores con los seres queridos y con un ambiente familiar», expuso.
Finalmente, el prelado criticó que el llamado «Experto Independiente» hiciera una alusión literal en su reporte a los «derechos a la vida y a una muerte digna», expresión comúnmente empleada para promover la legalización de la eutanasia. «La Santa Sede defiende y promueve el derecho a la vida de todas las personas desde el momento de la concepción hasta la muerte natural», recordó, «y por esto encuentra muy alarmante la creciente utilización del llamado ‘suicidio asistido’, así como los comentarios de algunos funcionarios gubernamentales de que acciones tan extremas y dañinas podrían merecer consideración adicional porque ofrecerían beneficios de ahorro de costos durante un período de crisis económica».
«Un acercamiento puramente económico y funcional hacia las personas ancianas expone al riesgo de crear una cultura donde los miembros más débiles y frágiles de la sociedad – los no nacidos, los más pobres, los enfermos y los ancianos, los discapacitados – estén en peligro de ser ‘descartados’ por un sistema que debe ser eficiente a cualquier costo», concluyó el Observador Permanente, «y así empobrecer la sociedad de su sabiduría, experiencia y enriquecedora presencia».
Con información de Sala de Prensa de la Santa Sede.
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