Redacción (Lunes, 22-09-2014, Gaudium Press)
El mayor título de gloria de María: el elogio de Jesús a su obediencia
El Evangelio narra además dos episodios, con varios aspectos semejantes entre sí, donde el valor de la obediencia de Nuestra Señora es exaltado de forma extraordinaria por el propio Nuestro Señor Jesucristo. Esta glorificación de su sumisión a la voluntad divina es sobretodo esplendorosa teniéndose presente que «el dogma más importante de la Virgen María es su maternidad divina».[20]
El primero de los dos hechos, narrado por Lucas, se dio en una ocasión en que, después de Jesús haber curado un poseído, los fariseos pasaron a acusarlo de hacer milagros en nombre de Belcebú. El Divino Maestro estaba rebatiendo victoriosamente esa blasfema calumnia cuando, de súbito, una mujer grita en medio de la multitud que lo escuchaba: «Bienaventurado el vientre que te trajo, y los pechos que te amamantaron» (Lc 11,27). [21] Nuestro Señor Jesucristo, sin embargo, con palabras que resaltan el valor de la obediencia, retrucó: «Antes bienaventurados aquellos que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica» (Lc 11,28). [22]
Para una persona con poca instrucción teológica podría parecer, a primera vista, que Nuestro Señor no prestó la honra y homenaje debidos a Su Madre. Entretanto, «…en esa respuesta, de hecho, Nuestro Señor proclamó para todas las generaciones que la Virgen María sería glorificada no tanto por sus privilegios y su dignidad de Madre de Dios, como por haber oído y practicado integralmente la palabra y las órdenes de Dios. Haber tomado como ley la voluntad divina y cumplido con fidelidad, y a costa de todos los sacrificios, los designios del Padre Celeste, es -como dijo San Agustín- el más bello título de gloria de María. [23]»
Oír la palabra de Dios y ponerla en práctica es, evidentemente, obedecer, como explica Stöger: «obedecer significa escuchar la manifestación de la voluntad de otro ([…] αχουειν, υπαχουειν) y darle respuesta». [24] Por tanto, estas palabras del Divino Salvador patentizan que Nuestra Señora era más feliz por ser obediente, escuchando la palabra de Dios y poniéndola en práctica, que propiamente por su dignidad de Madre de Dios, lo que significa una magnífica exaltación del valor de la obediencia practicada por María Santísima. Para corroborar lo sobredicho, es oportuno recoger en los Santos Evangelios un episodio más descrito por Mateo, en su capítulo 12, versículos 46-50, que ilumina enteramente los comentarios arriba aportados:
Jesús hablaba todavía a la multitud, cuando vino su madre y sus hermanos y esperaban del lado de afuera la ocasión de hablarle. Le dijo alguien: ‘Tu madre y tus hermanos están ahí afuera, y quieren hablarte’. Jesús respondió: ‘¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?’ Y, apuntando con la mano para sus discípulos, agregó: ‘Están aquí mi madre y mis hermanos. Todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre’. [25]
Entretanto, hay una preciosidad más. Después de una vida entera de obediencia, se contempla, por fin, el momento de cumplirse la profecía de Simeón: «una espada traspasará tu alma» (Cf. Lc 2,35). [26] Así como María se había presentado obediente en el Templo, llevando al Tierno Infante en sus brazos, en un acto supremo de obediencia a la voluntad divina, Ella también lo ofrecerá voluntariamente como Víctima en el altar de la Cruz, a fin de que sea obrada la Redención del género humano.
Dios habló, es preciso que Jesús, el inocente Hijo de María, derrame su sangre por la redención del mundo. ¡Ah! ¿Esta vez oiremos subir del Corazón de María, de su Corazón de Madre, un grito de revuelta? No. María permanece de pie junto a la Cruz y, mientras Jesús gime en amargo llanto, Ella se calla, con el corazón traspasado de dolor, y derrama en silencio lágrimas de sangre. Inclinando la cabeza, Jesús expira, obedeciendo hasta la muerte de cruz, y al mismo tiempo María, obediente y resignada, inclina también su cabeza sobre su corazón quebrantado.
¡Oh heroica obediencia de nuestra Madre, qué ejemplo y qué lección diste a los cristianos de todos los siglos! [27]
Por la obediencia a la voluntad divina, Nuestra Señora cooperó real e inmediatamente con su Hijo en la grandiosa obra de la Redención de los hombres, reparando a los pies de la Cruz el pecado de la desobediencia de Adán y Eva delante de la justicia divina, y mereciendo, en unión con Él, todas las gracias de la Redención.
Quiso Dios Padre que, a la Sangre derramada por su Hijo, fuesen unidas las lágrimas de María como precio de este rescate, a pesar de ‘per se’ no ser absolutamente necesario. En una palabra: «En la economía de la salvación, no hay un Corredentor y una Corredentora, sino un solo Redentor y una Corredentora. En este sentido, se puede decir que la cooperación de la Virgen es parte integral de nuestra Redención».[28]
Como dijo el bienaventurado Papa Juan Pablo II,
…María, la Madre de Dios, es modelo para la Iglesia […]. Por su adhesión incondicional a la voluntad divina que le fue revelada, se torna Madre del Redentor, con una participación íntima y toda especial en la historia de la salvación. […] Al confesarse ‘sierva del Señor’ (Lc 1,38) y al pronunciar su ‘sí’, acogiendo «en su corazón y en su seno» el misterio de Cristo Redentor, María no fue instrumento meramente pasivo en las manos de Dios, sino cooperó en la salvación de los hombres con fe libre y entera obediencia. Sin nada sacar o disminuir y nada agregar a la acción de aquel que es el único Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo, María nos apunta las vías de la salvación, vías que convergen todas para Cristo, su Hijo, y para su obra redentora.[29]
Por esta razón, la tradición de los Padres de la Iglesia colocan a Nuestra Señora como prototipo y modelo de obediencia para todos los cristianos.
El ejemplo de María en la Iglesia primitiva
En general, «en la patrística de los primeros siglos se recoge y desarrolla el paralelismo que estableció San Pablo entre Adán y Cristo, tal como la referencia a María, con relación a Eva, bajo el aspecto de la obediencia». [30] Durante el segundo y tercer siglos, «San Justino, San Ireneo y Tertuliano insisten sobre el paralelo entre Eva y María y muestran que, si la primera concurrió para nuestra caída, la segunda colaboró en nuestra redención».[31] San Ireneo, por ejemplo, afirmaba que
…como Eva, seducida por las palabras del ángel (rebelde) se desvió de Dios y traicionó la palabra dada, así María oyó del Ángel la buena nueva de la verdad y trajo a Dios en su vientre por haber obedecido sus palabras […] El género humano amarrado por una virgen y liberado por una virgen […]; la prudencia de la serpiente cede a la simplicidad de la paloma; fueron rotos los lazos que nos prendían a la muerte. [32]
Por el P. Flávio Roberto Lorenzato Fugyama, EP
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[20] Cf. BANDERA, Armando. In: RODRIGUEZ VILLAR, Idelfonso. Conoce a tu Madre. Madrid: BAC, 1968. p. 89.
[21] «Beatus venter, qui te portavit, et ubera, quae suxisti».
[22] «Quinimmo beati, qui audiunt verbum Dei et custodiunt».
[23] A OBEDIÊNCIA: O MAIS BELO TÍTULO DE GLÓRIA DE MARIA. In: Op. cit. p. 34.
[24] STÖGER, A. Obediência: I. Na Sagrada Escritura. In: FRIES, Heinrich. Dicionário de Teologia: conceitos fundamentais da teologia atual. São Paulo: Loyola, 1970. Vol. 4. p. 29.
[25] «Adhuc eo loquente ad turbas, ecce mater et fratres eius stabant foris quaerentes loqui ei. Dixit autem ei quidam: ‘Ecce mater tua et fratres tui foris stant quaerentes loqui tecum’. At ille respondens dicenti sibi ait: ‘Quae est mater mea, et qui sunt fratres mei?’. Et extendens manum suam in discipulos suos dixit: ‘Ecce mater mea et fratres mei. Quicumque enim fecerit voluntatem Patris mei, qui in caelis est, ipse meus frater et soror et mater est'».
[26] «tuam ipsius animam pertransiet gladius».
[27] A OBEDIÊNCIA: O MAIS BELO TÍTULO DE GLÓRIA DE MARIA. In: Op. cit. p. 35.
[28] ROSCHINI, Gabriel M. Op. cit. p. 85-86. Id. La Madre de Dios según la fe y la teología. Madrid: [s.n.], 1955. p. 474-475. Apud ROYO MARÍN, Antonio. La Virgen María: Teología y espiritualidad marianas. Madrid: BAC, 1968. p. 152-153.
[29] Cf. JUAN PABLO II. Homilia na Dedicação da Basílica Nacional de Aparecida. In: Pronunciamentos do Papa no Brasil. Petrópolis: Vozes, 1980. p. 125-130.
[30] Cf. LA OBEDIENCIA EVANGÉLICA EN LA VIDA CONSAGRADA. n. 2. In: L’Osservatore Romano, 7 dez. 1994. Disponível em:
. Acesso em 11 nov. 2011.
[31] TANQUEREY, Adolphe. O dogma e a vida interior. Trad. M. Costa Maia. Lisboa: Aster, 1961. p. 135.
[32] «Quemadmodum enim illa per angeli sermonem seducta est, ut effugeret Deum, praevaricata verbum eius; ita et haec per angelicum sermonem evangelizata est, ut portaret Deum, obediens eius verbo. […] Et quemadmodum astrictum est morti genus humanum per Virginem, salvatur per Virginem […] serpentis prudentia devicta in columbae simplicitate, vinculis autem illis resolutis, per quae alligati eramus morti». (Contra Haereses, 5, 19, 1. In: MIGNE, J. P. Patrologiae Cursus Completus: Patrologiae Grecae. Turnholt: Typographi Brepols Editores Pontificii, 1857. Vol. 7. p. 1175-1176).
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