Nuevo Hamburgo (Miércoles, 24-09-2014, Gaudium Press) En uno de sus más recientes artículos, Mons. Zeno Hastenteufel, Obispo de la Diócesis de Nuevo Hamburgo, Brasil, recordó que el último domingo de septiembre es siempre el Día de la Biblia. Según él, se trata de una referencia especial a San Jerónimo, cuya fiesta la Iglesia celebra el día 30 de septiembre, biblista insigne y quien fue secretario del Papa Dámaso, en torno de 370-380.
Mons. Zeno Hastenteufel |
De acuerdo con el Prelado, después San Jerónimo fue encaminado a Palestina a fin de estudiar las lenguas bíblicas y elaborar una traducción oficial de la Biblia al latín. Mons. Zeno explica que tras 40 años de trabajo, estudio, investigación y traducción, quedó lista la Vulgata: una Biblia en latín, en un manuscrito de bellísima presentación. Para él, esta Biblia se tornó siempre referencia para cualquier duda, y, de esta traducción, la Iglesia pasó a extraer los textos para la liturgia y las oraciones.
Con relación a la liturgia de este próximo domingo, el Arzobispo destaca que la Palabra de Dios nos habla directamente de la conversión, el arrepentimiento y el cambio de vida. Según Mons. Zeno, el Profeta Ezequiel tiene consciencia de que nunca es tarde para arrepentirse y trabajar en la conversión: «Cuando un impío se arrepiente de la maldad que practicó y observa el derecho y la justicia, conserva la propia vida. Arrepintiéndose de todos sus pecados, con certeza vivirá y no morirá» (Ez 18,27-28). «Ciertamente esta era una predicación nueva y revolucionaria en su época porque en aquel tiempo no se creía mucho en el perdón y la conversión», evalúa el obispo brasileño.
El Prelado cita que en la carta a los Filipenses, San Pablo ve en la encarnación del Verbo la suprema señal de humildad y de esfuerzo para la conversión de la humanidad: «Jesucristo, existiendo en condición divina, no hizo del ser igual a Dios una usurpación, sino se vació a sí mismo, asumiendo la condición de esclavo y tornándose igual a los hombres. Encontrado con aspecto humano, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte en cruz» (Fil 2, 6-8).
También destaca el Arzobispo que, de parte de Dios, tenemos el gesto supremo de amor por la humanidad, al asumir carne humana en Jesús, se tornó igual en su humanidad a los pobres hombres pecadores, únicamente para poder salvarlos y recuperarlos para la vida eterna.
Por último, Mons. Zeno resalta que la idea de arrepentimiento y cambio de actitud vuelve con toda la fuerza en el Evangelio de este domingo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Dirigiéndose al primero, le dijo: ‘Hijo ve a trabajar hoy en la viña’. El hijo respondió: ‘No quiero’. Pero, después cambió de opinión y fue. El padre se dirigió al otro hijo y le dijo la misma cosa. Este respondió: ‘Sí, señor, yo voy’. Pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?» (Mt 21,28-31).
Para el Prelado, este hijo, que al principio no quería obedecer, pero se arrepintió y fue a trabajar, agradó al padre y recibió elogios. «Jesús mismo dice que este se parece a los que se arrepintieron delante de la predicación de Juan Bautista y se encaminaron a la conversión», concluye. (FB)
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