Londrina (Viernes, 26-09-2014, Gaudium Press) Mons. Orlando Brandes, Arzobispo de la Arquidiócesis de Londrina, Brasil, ha escrito un artículo con el título «Cuatro ejes de la unidad». En su reflexión, el Prelado hace un análisis sobre los siguientes ejes: un solo cuerpo; una sola alma; un solo corazón y un solo espíritu.
Con respecto al tema sobre «un solo cuerpo», Mons. Orlando afirma que el símbolo del cuerpo significa unidad en la pluralidad: un cuerpo y muchos miembros unidos. Según él, unidad no es uniformidad, sino, encuentro de los diferentes, coincidencia de los opuestos. Además, un solo cuerpo quiere decir una familia, una comunidad en la diversidad.
«El cuerpo, como símbolo de la unidad en la diferencia, en la oposición, en la pluralidad puede ser comparado a una orquesta con instrumentos diferentes, pero en armonía. O, como un jardín con flores diferentes. O, como un coro con voces distintas, pero en consonancia. Viva, pues, la unidad en la diversidad», agrega.
Ya sobre el eje «una sola alma», el Arzobispo explica que la función del alma es unir materia y espíritu. Él destaca que el alma es la fuente vital de inteligencia, de la memoria, de la voluntad, pues ella unifica todas estas potencialidades, da vida a todos los seres materiales. Para Mons. Orlando, el alma es el lugar de la habitación de Dios en nosotros.
«El alma está en todas las partes del cuerpo, vivificando la materia. Nosotros somos barro y espíritu, cuerpo y alma, sin división, ni separación u oposición. Es la unidad, porque el alma es el principio de los pensamientos, de los afectos y voliciones. El ser humano gracias al alma no es una dualidad, sino, una unidad».
Cuanto al eje «un solo corazón», el Prelado resalta que los primeros cristianos eran un solo corazón y una sola alma, y que el corazón simboliza la ternura, el afecto, la empatía, las emociones, los sentimientos. Conforme él, quererse, aceptar y acoger al otro, comprender y perdonar, todo eso significa ser un solo corazón. El Arzobispo además resalta que unidos de corazón es lo mismo que interacción, comunión, cordialidad, concordia, mejor todavía, el amor de benevolencia. Para él, cuando somos un solo corazón, superamos las peleas, divisiones, ambiciones, agresiones, envidias, celos.
«Corazón es también interioridad, centro de la persona. Ser un solo corazón es abrigar, recibir, abrirse interiormente a los otros que en el fondo significa tener sentimientos de alteridad, altruismo, solidaridad, diálogo, amistad, confraternización. Es alimentar sentimientos de estima, admiración, gratitud», completa.
También enfatiza que cuando somos un solo corazón no hay necesitados, ni excluidos o despreciados, pues es con el corazón que conseguimos la globalización de la caridad y la civilización del amor.
Sobre el último eje, «un solo Espíritu», Mons. Orlando recuerda que el Espíritu Santo es el lazo de la unión, es él quien nos concede dones diferentes, sin perder la unidad. Él además recuerda que en la oración de la misa, nosotros la concluimos con este pedido: «en la unidad del Espíritu Santo».
«Sabemos que la unidad del Espíritu es la propia Iglesia, pueblo de Dios. Cuando pedimos la gracia de ser un solo espíritu, recordamos la alianza, la espiritualidad de comunión, la unidad de la Fe. Así eran las primeras comunidades cristianas: unidas en la doctrina, en el Credo apostólico, en la oración, principalmente en la Eucaristía, en los bienes y en el afecto», evalúa.
Para finalizar, el Prelado cree que si queremos ser «parroquia, comunidad de comunidades» hay una condición, un precio a pagar, un camino a recorrer: ser un solo cuerpo y un solo espíritu, un solo corazón y una sola alma. Según él, la unidad era para el Apóstol Pablo la mayor alegría y el fundamento de la comunidad.
«Jesús rezó para que todos sean uno, para que el mundo crea y tengamos la alegría perfecta que el mundo no puede quitar. La primera confesión de Fe en relación a la Iglesia es: creo en la Iglesia una. Nuestra marca registrada, nuestro DNA, nuestro tatuaje indeleble, es la unidad», concluye. (FB)
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