Ciudad del Vaticano (Martes, 30-06-2014, Gaudium Press) La Iglesia del Gesù, considerada la «Iglesia Madre de los Jesuitas», localizada en el centro de Roma, acogió la celebración del Papa Francisco por ocasión de las Vísperas y Acción de Gracias por el bicentenario de la restauración de la Compañía fundada por San Ignacio de Loyola.
Pontífice a los Jesuitas: «somos llamados a recuperar nuestra memoria, recordando los beneficios recibidos y los dones particulares» – Foto: Radio Vaticana |
En su homilía, el Santo Padre, luego después de rememorar los momentos más difíciles que la compañía ya pasó, reforzó la importancia de la restauración de los Jesuitas, la cual «somos llamados a recuperar nuestra memoria, recordando los beneficios recibidos y los dones particulares».
«No se salva nunca del conflicto con la inteligencia y con estrategias para resistir. En la confusión y delante de la humillación, la Compañía prefirió vivir el discernimiento de la voluntad de Dios, sin buscar un modo para salir del conflicto de manera aparentemente tranquila.»
Según el Papa, delante de la humillación, la Compañía prefirió vivir el discernimiento de la voluntad de Dios, siendo el único que salva del egoísmo y del mundanismo.
El Pontífice cree que debemos reconocernos pecadores, pues esto significa colocarse en la actitud justa para recibir la consolación de Dios.
La Compañía, prosiguió, «permaneció fiel al fin para el cual había sido fundada», estableciendo siempre la caridad, unión, obediencia, paciencia, simplicidad evangélica, verdadera amistad con Dios y total confianza en el Señor.
«Dios es misericordioso, Dios corona de misericordia. Dios nos quiere bien y nos salva. A veces el camino que conduce a la vida es estrecho, pero la tribulación, si vivida a la luz de la misericordia, nos purifica como el fuego, nos da tanta consolación e inflama nuestro corazón aficionándolo a la oración», resaltó.
Todavía conforme el Santo Padre, «nuestros hermanos jesuitas en la supresión fueron ardientes en el espíritu y el servicio del Señor», pues «alegres en la esperanza, constantes en la tribulación», siempre fueron «perseverantes en la oración». (LMI)
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