Santa María (Miércoles, 07-10-2014, Gaudium Press) Mons. Hélio Adelar Rubert, Arzobispo de la Arquidiócesis de Santa María, en Río Grande del Sur, Brasil, escribió en su más reciente artículo sobre el Día del No Nacido, conmemorado el día 8 de octubre, con el objetivo de celebrar el fundamental don: la vida humana.
De acuerdo con el Prelado, la vida es, al mismo tiempo, don y misión. Para él, ella es sagrada, no como algo de que se pueda disponer libremente, sino como don a cuidar fielmente, pues pertenece a la herencia moral de la humanidad.
«La vida es don grandioso que cargamos en jarrón de barro, esto es frágil. Este don se construye en el compartir y en la convivencia fraterna y amiga. Es también un don precioso que precisa ser protegido, defendido, regado y alimentado con la Palabra de Dios», evalúa el Arzobispo.
Además, Mons. Rubert resalta que como cristianos y ciudadanos asumimos el compromiso de valorizar y promover la vida en todas las edades y circunstancias. Según él, el inicio de la vida, la concepción, es un valor que precisamos reconocer siempre y en cualquier situación.
El Prelado además refuerza que es en la concepción que es generado un nuevo ser humano, y la creación se renueva en cada nuevo ser que nace. Él enfatiza que la criatura es alabanza al Creador.
«Nos proponemos colaborar en la formación de estos nuevos cristianos y ciudadanos para la sociedad. A partir de nosotros, queremos construir una sociedad justa y fraterna, la civilización del amor», afirma.
Mons. Rubert también resalta que la vida en abundancia dada por Dios, muchas veces, es agredida por nuestra omisión.
Conforme él, niños, mujeres, ancianos, desempleados, hambrientos, los más débiles de la sociedad sufren con nuestra omisión e indiferencia social.
Por último, el Arzobispo cita al obispo emérito de Roma, el Papa Benedicto XVI, que hace la siguiente oración por la vida humana:
«Señor Jesús, que fielmente visitáis y llenáis con vuestra Presencia la Iglesia y la historia de los hombres; postrados delante de vosotros, fuente y amante de la vida realmente presente y vivo entre nosotros, os suplicamos. Abrid nuestros corazones a la generosa acogida de todo niño ante la vida. Bendecid a las familias, santificad la unión de los esposos, haced fecundo su amor.
Con María, vuestra Madre, la gran creyente, en cuyo vientre asumisteis nuestra naturaleza humana, esperamos de Vos, nuestro único verdadero Bien y Salvador, la fuerza de amar y servir la vida, en espera de vivir siempre en Vos, en la comunión de la Santa Trinidad. Amén (cf. CNBB, Hora de la Vida, 2014, p. 52-53)». (FB)
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