Cornélio Procópio (Lunes, 13-10-2014, Gaudium Press) El Obispo de la Diócesis de Cornélio Procópio, en el Estado de Paraná, Brasil, Mons. Manoel João Francisco, escribió un artículo sobre la Patrona del Brasil, Nuestra Señora Aparecida, celebrada este domingo, día 12 de octubre. Él inicia el texto afirmando que la historia de esta devoción tuvo inicio en 1717 cuando tres humildes pescadores (Filipe Pedroso, Domingos Garcia y João Alves) fueron incumbidos de pescar a fin de servir una cena al gobernador de la Provincia, que llegaría para visitar la ciudad.
El Prelado recuerda que, sin nada conseguir, los pescadores ya estaban queriendo desistir, cuando por última vez lanzaron las redes y en el lugar de peces apareció el cuerpo de una imagen. Conforme él, curiosos los pescadores lanzaron de nuevo las redes y vino la cabeza que encajó perfectamente en la imagen, que era oscura de terracota, y que parecía ser Nuestra Señora de la Concepción.
«A partir de aquel momento la pesca fue abundante. Filipe Pedroso llevó la pequeña imagen a su casa. Los vecinos comenzaron a visitarla, pidiendo para que Nuestra Señora intercediese en sus necesidades. En 1732, Atanasio, hijo de Filipe Pedroso construyó un oratorio para la imagen que fue cada vez más conocida como Aparecida, por haber aparecido en las aguas del río», completa.
Según Mons. Francisco, la devoción se esparció por todo el Brasil, y su santuario, localizado en la ciudad de Aparecida, en el estado de San Pablo, es la segunda mayor basílica del mundo, pudiendo abrigar en su interior hasta 70 mil peregrinos. Él resalta que, todos los años, más o menos 10 millones de peregrinos visitan el lugar, pero no es apenas en el Santuario de Aparecida que los fieles manifiestan su devoción.
«Por todo el Brasil son millares de iglesias dedicadas a la Señora de Aparecida. En nuestra Diócesis de Cornélio Procópio tres parroquias, la de Leópolis, la de Uraí y la de Congonhinhas, la tienen como patrona», agrega.
En medio de la multitud de devotos, el Obispo destaca uno: el Papa Francisco, que en su viaje al Brasil, por ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, en Río de Janeiro, el primer contacto que tuvo con el pueblo fue en el Santuario de Aparecida. Él comenzó su homilía diciendo: «Cuánta alegría me da venir a la casa de la Madre Aparecida». En este mismo sermón exclamó: «Quién podría imaginar que el lugar de una pesca infructífera se tornaría el lugar donde todos los brasileños pueden sentirse hijos de una misma Madre».
Además, el Prelado habla que en el encuentro que el Pontífice tuvo con los obispos de Brasil, presentes en la Jornada Mundial de la Juventud, así se expresó: «En Aparecida, Dios ofreció al Brasil su propia Madre. Pero en Aparecida, Dios dio también una lección sobre sí mismo, sobre su modo de ser y actuar. Una lección sobre la humildad que pertenece a Dios como trazo esencial y que está en el DNA de Dios. Hay algo de perenne para aprender sobre Dios, en Aparecida; una enseñanza que ni la Iglesia de Brasil ni el propio Brasil deben olvidar».
Mons. Francisco recuerda también la siguiente afirmación del Papa Francisco: «En Aparecida hay una enseñanza que Dios quiere ofrecernos. Su belleza reflejada en la Madre, concebida sin pecado original, emerge de la oscuridad del río. En Aparecida desde el inicio, Dios da un mensaje de recomposición de lo que está fracturado, de compactación de lo que está dividido. Muros, abismos, distancias todavía hoy existentes están destinados a desaparecer. La Iglesia no puede descuidar esta lección: ser instrumento de reconciliación».
Por último, el Prelado invita a celebrar una vez más la fiesta de la patrona, y que podamos colocar en práctica el pedido del Papa. (FB)
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