Ciudad del Vaticano (Martes, 14-10-2014, Gaudium Press) El Papa celebró una Misa de Acción de Gracias por la canonización del obispo Francisco de Laval y de la Hermana María de la Encarnación, considerados fundadores de la Iglesia en Canadá, en la mañana de este lunes 13 de octubre.
Reflexionando el pasaje bíblico contenido en el libro de Isaías, «El Señor secará las lágrimas de todos los rostros…» (Isaías 25,8)», el Pontífice afirmó que «estas palabras, plenas de la esperanza de Dios, indican la meta, muestran el futuro en dirección al cual estamos en camino», pues «en esta estrada, los Santos nos preceden y nos guían. Estas palabras delinean también la vocación de los misioneros».
Los misioneros, según el Papa, son aquellos que, dóciles al Espíritu Santo, poseen el coraje de vivir el Evangelio.
Prosiguiendo, Francisco explicó que los misioneros vuelven su mirada a Cristo Crucificado y acogen su gracia y no la guardan para sí, así como San Pablo, que hizo de todo para todos, sabiendo vivir en la pobreza y la abundancia, en la saciedad y el hambre, pues todo podía en aquel que le daba la fuerza.
Y con esta fuerza de Dios, el Santo Padre resaltó que ellos tuvieron el coraje de «salir» por los caminos del mundo con la confianza en el Señor, quien los había llamado para seguirlo.
De acuerdo con el Pontífice, la misión evangelizadora de la Iglesia es considerada el esencial anuncio del amor, la misericordia y el perdón de Dios, revelados a los hombres mediante la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo.
Los misioneros San Francisco de Laval y Santa María de la Encarnación, continuó, sirvieron a la Misión de la Iglesia, compartieron con los menos favorecidos el pan de la Palabra y llevaron a todos el don del amor que brota del corazón de Dios.
«La memoria de los misioneros nos sustenta en el momento en que experimentamos la escasez de los operarios del Evangelio. Sus ejemplos nos atraen, nos impulsan a imitar su Fe. Son testigos fecundos que generan vida».
Al final de su discurso, el Papa destacó: «Es la alegría y la entrega de esta su peregrinación: hacer memoria de los testimonios, los misioneros de la Fe en su tierra. Esta memoria nos sustenta siempre en el camino en dirección al futuro, a la meta, cuando el Señor Dios secará las lagrimas de todos los rostros». (LMI)
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