Nuevo Hamburgo (Miércoles, 05-11-2014, Gaudium Press) Mons. Zeno Hastenteufel, Obispo de la Diócesis de Nuevo Hamburgo, en el estado de Río Grande del Sur, Brasil, en su más reciente artículo resaltó que más que el domingo, el día 9 de noviembre trae a la memoria la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, en la ciudad de Roma, considerada la primera Catedral del mundo.
El Prelado explica que la Basílica fue construida en la primera mitad del siglo IV y dedicada al Divino Salvador por el Papa Silvestre I. Según él, el lugar quiere hacernos recordar que Cristo es el Templo vivo y siempre presente en la Iglesia, y nosotros también somos el templo donde Dios quiere vivir, pues en el decir de San Juan «Jesús, haciéndose carne, armó su tienda entre nosotros, permaneciendo con nosotros para siempre» (Jn, 1, 14).
Para el Obispo, la sacralidad del templo viene muy bien descrita, en el Libro de Ezequiel, que nosotros tomamos como primera lectura del próximo domingo. «Del templo salen aguas que corren a la región oriental, desembocando en las aguas saladas del mar. Allá, donde el río llegue, todos los animales podrán vivir y habrá peces en cantidad, pues estas aguas traen salud. En las márgenes junto al río crecerán árboles fructíferos de todas las especies» (Ez 47,10-12). ¡Mons. Zeno resalta que el templo es tan sagrado que él casi reconstruye el paraíso perdido!
Él también recuerda que la segunda lectura nos coloca ante de las palabras de San Pablo: «Vosotros sois la construcción de Dios. Yo coloqué el pilar, sobre el cual, otros se ponen a construir. Pero cada cual vea cómo construye. Nadie puede colocar otro fundamento diferente del que ya fue colocado: Jesucristo» (1 Cor 3,10-11). De acuerdo con el Prelado, el fundamento es siempre el mismo, ya colocado por Pablo: nosotros precisamos estar bien firmemente anclados en Cristo, para ser cristianos.
El Obispo además afirma que el texto más serio sobre la sacralidad del templo es el que vamos a leer como Evangelio del domingo, donde Jesús expulsa a los vendedores del templo. Veamos, pues: «Encontró los vendedores de bueyes, de ovejas y de palomas, los cambistas que estaban ahí sentados. Hizo entonces un chicote de cuerdas y expulsó a todos del templo, junto con las ovejas y los bueyes; esparció las monedas y derrumbó las mesas de los cambistas. Y dijo a los que vendían palomas: Sacad esto de aquí y no hagáis de la casa de mi Padre una casa de comercio» (Jn 2,14-16).
«Los propios discípulos tuvieron dificultades en comprender aquel gesto violento, como jamás el Señor había manifestado. Buscaron explicación en las Escrituras, donde encontraron: ‘El celo por tu casa me consumirá'», destaca.
Por último, Mons. Zeno resalta que los judíos llegaron a preguntar a Jesús si Él era capaz de mostrar una señal que les mostrase por qué Él actuaba así. Entonces Él habló: «Destruid este templo y en tres días yo lo levantaré» (Jn 2,19).
«Es claro que todos pensaban tratarse de aquel templo, construido con piedras, a lo largo de cuarenta y seis años. Pero, Jesús estaba hablando del templo de su cuerpo, que podría ser llevado a la sepultura, pero en tres días, resucitaría», concluye. (FB)
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