Ciudad del Vaticano (Jueves, 27-11-2014, Gaudium Press) Son la «corrupción» y la «distracción» las que alejan del encuentro con el Señor: el Papa habló en su homilía en la Casa Santa Marta de Babilonia y Jerusalén, tal como están presentadas en primera lectura de hoy, tomada del Apocalipsis, y el Evangelio de San Juan.
Ambas lecturas se refieren al fin del mundo. Ambas hablan de la «caída de dos ciudades que no han acogido al Señor, que se han alejado» de Él. La caída de estas dos ciudades «se produce por motivos diferentes».
Foto: Radio Vaticano |
Babilonia es el «símbolo del mal, del pecado» y «cae por corrupción». Se «sentía dueña del mundo y de sí misma». Y cuando «se acumula el pecado -expresó el Papa- se pierde la capacidad de reaccionar y uno comienza a degradarse». Por otra parte, así sucede también con las «personas corruptas, que no tienen fuerza para reaccionar».
A su vez, Jerusalén «cae por otro motivo». Jerusalén es la esposa del Señor, pero no se da cuenta de las visitas del Esposo, «ha hecho llorar al Señor»:
«Babilonia cae por corrupción; Jerusalén por distracción, por no recibir al Señor que viene a salvarla. No se sentía necesitada de salvación. Tenía los escritos de los profetas, de Moisés y esto le bastaba. ¡Pero escritos cerrados! No dejaba espacio para ser salvada: ¡tenía las puertas cerradas para el Señor! El Señor llamaba a la puerta, pero no había disponibilidad para recibirlo, para escucharlo, para dejarse salvar por Él. Y cae…»
Estos dos ejemplos -observó el Pontífice- «nos pueden hacer pensar en nuestra vida»: ¿somos semejantes a la «corrupta y suficiente Babilonia» o a la «distraída» Jerusalén? Sin embargo -subrayó- «el mensaje de la Iglesia en estos días no termina con la destrucción: en ambos textos, hay una promesa de esperanza». Jesús nos exhorta a levantar la cabeza, a no dejarse «asustar por los paganos». Estos – dijo- «tienen su tiempo y debemos soportarlo con paciencia, como ha soportado el Señor su Pasión».
Al final de su homilía, el Papa ofrece un mensaje de esperanza: «la realidad es fea: hay tantos, tantos pueblos, ciudades y gente, tanta gente, que sufre; tantas guerras, tanto odio, tanta envidia, tanta mundanidad espiritual y tanta corrupción. ¡Sí, es verdad! ¡Todo esto sucederá! Pero pidamos al Señor la gracia de ser preparados para el banquete que nos espera, con la cabeza siempre levantada».
Con información de Radio Vaticano
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