San Pablo (Viernes, 28-11-2014, Gaudium Press) «La solemnidad litúrgica de ‘Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo’, en el cierre del año litúrgico, nos hace mirar para lo que nos dice respecto al profundo futuro de Dios», según el Cardenal Arzobispo Mons. Odilo Pedro Scherer, en su artículo publicado en el site de la Arquidiócesis de San Pablo.
«Al final de nuestra vida, ¿qué habrá todavía? Al final del peregrinar del Pueblo de Dios por la historia, ¿qué habrá todavía? ¿Qué sobrará de todos los proyectos humanos, al final de todo?», indaga.
El Cardenal Scherer afirma que en la Fe cristiana, «hay una gran promesa, una esperanza segura, el cierre redentor de toda realidad humana transitoria y frágil: al final de todo, está Cristo, Salvador de la humanidad, que también ya está con nosotros ahora y nos acompaña en los caminos de la vida».
Así como San Pablo, prosigue, podemos decir que «Dios entregó todas las cosas en las manos de Cristo Salvador, para que restaure la obra de sus manos, decaída y corrompida por el pecado del hombre, y le restituya la gran dignidad que el Creador le imprimió».
«Tenemos todo el tiempo de la vida para prepararnos bien para ese grande y definitivo encuentro con Jesús, Rey Salvador. No habrá motivo para disculpas de última hora, pues Él mismo nos previno sobre nuestra prestación de cuentas. Cada día, tenemos la oportunidad de practicar las obras de misericordia esperadas por el gran juez».
Todavía conforme al Cardenal, la Fiesta Solemne de Cristo Rey nos hace reflexionar acerca de la realidad del «reino de Dios», o «reino de Cristo».
El purpurado recuerda también que el reino de Cristo y de Dios está hecho del «reino eterno y universal; reino de la verdad y de la vida, reino de la santidad y de la gracia, reino de la gracia, del amor y de la paz» (cfr. Prefacio de la Misa de Cristo Rey).
«El reino de Dios se torna presente ya en este mundo cuando sucede la lucha y la victoria contra el ‘anti reino’; Jesús enseñó: «el reino de Dios ya está en medio de vosotros», y que además ‘sufre violencia’ y hasta incluso rechazo. Por lo tanto, esa vida es el tiempo de acoger el reino de Cristo y de Dios, adhiriendo a los bienes y valores del reino de Dios. Aquí se decide la suerte del gran juicio final», concluyó. (LMI)
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