viernes, 22 de noviembre de 2024
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Papa en el Ángelus de la Inmaculada Concepción: El rostro de la Virgen, el que más se parece al de Cristo

Ciudad del Vaticano (Lunes, 08-12-2014, Gaudium Press) Miles de fieles acompañaron hoy al Papa en la Plaza de San Pedro, para rezar el Ángelus y festejar la Inmaculada Concepción. A todos el Papa dirigió una importante meditación.

«El mensaje de la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María se puede resumir con estas palabras: Todo es gracia, todo es don gratuito de Dios y de su amor por nosotros. El Ángel Gabriel llama a María ‘llena de gracia’ (Lc 1, 28)». Así comenzó el Pontífice sus palabras, después de desear a todos una buena fiesta.

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Foto: Radio Vaticano

Resaltó el Papa que la Virgen correspondió a la gracia y se abandonó a ella «diciendo al Ángel: ‘Hágase en mí según tu palabra’ (v. 38). No dijo: ‘Yo haré según tu palabra’. No, sino: ‘Hágase en mí…’. Y el Verbo se hizo carne en su seno». Verdaderamente, repitiendo a San Agustín, «la Virgen ‘ha concebido primero en su corazón antes que en su seno’ (Discursos, 215, 4). Ha concebido primero la fe, y después al Señor». A nosotros compete seguir el ejemplo de la Inmaculada.

«Este misterio de la acogida de la gracia, que en María, por un privilegio único, estaba sin el obstáculo del pecado, es una posibilidad para todos», destacó el Papa. «Así como Santa Isabel saluda a María como ‘bendita entre las mujeres’ (Lc 1, 42), del mismo modo también nosotros hemos sido desde siempre ‘bendecidos’, es decir amados y, por tanto, ‘elegidos antes de la creación del mundo para ser santos e inmaculados’ (Ef 1, 4). María ha sido preservada, mientras nosotros hemos sido salvados gracias al Bautismo y a la fe. Pero todos, tanto ella como nosotros, por medio de Cristo, ‘en alabanza del esplendor de su gracia’ (v. 6), esa gracia de la cual la Inmaculada ha sido colmada en plenitud», continuó.

Este don magnífico de la gracia comporta obligaciones, particularmente la donación de nuestro ser: «Porque si todo nos ha sido donado, todo debe ser devuelto. ¿De qué modo? Dejando que el Espíritu Santo haga de nosotros un don para los demás. El Espíritu es don para nosotros. Y nosotros, con la fuerza del Espíritu, debemos ser dones para los demás; que nos permita llegar a ser instrumentos de acogida, de reconciliación, instrumentos de perdón».

Es una trasformación de la persona, la que opera la gracia, la cual hace que seamos luz que viene del rostro de Cristo, una luz que «dejaremos pasar para que ilumine a los demás». Siempre tras las huellas de la Virgen, quien «ha tenido constantemente la mirada fija en el Hijo y su rostro se ha convertido en ‘el rostro que más se parece al de Cristo’ (Dante, Paraíso, XXXII, 87)».

Con información de Radio Vaticano

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