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José, Virrey de Egipto

Redacción (Lunes, 21-01-2015, Gaudium Press) Reconociendo la inteligencia y la sabiduría de José, el faraón lo nombra para el más alto cargo en Egipto, con el poder de organizar toda la producción agrícola del país y el almacenamiento de los alimentos, teniendo en vista el hambre que asolaría la región.

Sueños del faraón

Hacía dos años que José se encontraba en la cárcel; y Dios, que puede demorar, pero no falla, vino en su auxilio.

El faraón, cierta noche, tuvo dos sueños. En el primero, vio siete vacas gordas que pastaban; en seguida aparecieron siete vacas flacas que devoraron a las gordas. En el otro sueño, el faraón observó siete espigas grandes y bellas; y luego después siete espigas marchitadas y feas que tragaron a las grandes.

Por la mañana, estando muy perturbado, el faraón mandó llamar a todos los adivinos de Egipto; les contó los sueños y pidió que los interpretasen. Pero ellos no conseguían saber su significado.

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José abraza a su padre Jacob – Óleo de Onofrio Gabrielli

Entonces, el jefe de los servidores dijo al faraón que quería reparar su falta de gratitud para con José. Y le contó los sueños que él y el jefe de los panaderos tuvieron, y como el joven hebreo los interpretó con exactitud: el servidor fue readmitido en el servicio del faraón, y el panadero, ahorcado.

José interpreta los sueños

El faraón mandó llamar a José – el cual, antes de presentarse al soberano, se afeitó y cambió de ropa – y le dijo:

– Tuve dos sueños que me dejaron preocupado. Oí decir que tú sabrías interpretarlos.

Y José le respondió:

– No yo, pero Dios dará una respuesta plausible al faraón (cf. Gn 41, 15-16).

Escribe el historiador francés Daniel-Rops:

«Cuando José fue llamado para estar delante del rey, él se afeitó (Gn 41, 14); su barba de asiático sería un insulto a la majestad, pues, conforme la etiqueta egipcia, solo el faraón usaba barba, insignia de poder, la cual era ordinariamente postiza.»

Después de haber oído la narración de los dos sueños, José afirmó que ellos constituían una unidad, cuya interpretación era esta: Las siete vacas gordas y las siete espigas grandes significan que en Egipto habrá siete anos de abundancia; pero después vendrá una terrible hambre, la cual durará siete años y devastará el país.

Y recomendó que el faraón buscase «un hombre inteligente y sabio» (Gn 41, 33) para dirigir los negocios de Egipto, nombrase fiscales y recogiese la quinta parte de las colectas durante los siete años de abundancia; pues «esos alimentos servirán de provisión al país para los siete años de hambre que vendrán sobre Egipto, a fin de que el país no perezca de hambre» (Gn 41, 36).

Grandes homenajes a José

Vivamente impresionado por la clarividencia de José, el faraón lo nombró virrey de Egipto, sacó su anillo y lo colocó en uno de los dedos del santo varón, el cual tenía, entonces, treinta años de edad; mandó que lo vistiesen de lino fino y puso en su cuello un collar de oro. Y ordenó que todos se arrodillasen cuando él pasase.

Dotado de ese poder y vestido con tal magnificencia, José recorrió el país entero, organizando todas las cosas. Y, durante los siete años de abundancia, fue almacenando los alimentos, sobre todo el trigo, de modo sapiencial.

El faraón le dio en casamiento una joven llamada Asenet, con la cual tuvo dos hijos: Manasés y Efraín, que se tornaron posteriormente jefes de dos tribus distintas.

El flagelo del hambre

Terminados los siete años de abundancia, tuvo inicio el hambre conforme José había predicho. «En todos los países asolaba el hambre, pero en Egipto entero había qué comer» (Gn 41, 54).

Cuando ese flagelo comenzó a alcanzar a Egipto, José mandó abrir todos los almacenes, para que se vendiese trigo a los habitantes. Y personas «de toda la Tierra venían a Egipto comprar alimento de José, pues el hambre era dura en toda la Tierra» (Gn 41, 57).

Jacob, sabiendo que en Egipto había alimentos, ordenó que sus hijos viajasen a Egipto a fin de comprar trigo. Así, diez de sus hijos partieron, quedando en casa apenas el más joven, Benjamín, el cual, como José, había nacido de Raquel.

José no cayó en desánimo cuando estaba en prisión, y no tuvo ningún apego al desempeñar el más alto cargo de un reino, pues estaba siempre dirigido hacia Dios. Así también, en cualquiera de las circunstancias por las cuales pasamos en nuestra vida, tengamos ánimo y confianza, buscando en todo la glorificación del Altísimo y de su santa Iglesia.

Por Paulo Francisco Martos

(In Noções de História Sagrada – 16)
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1- DANIEL-ROPS. Histoire Sainte – Le peuple de Dieu. Paris: Arthème Fayard. 1942, p. 59.

 

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