Washington (Domingo, 25-01-2015, Gaudium Press) Una multitudinaria vigilia de oración se llevó a cabo el pasado 21 de enero en Washington, Estados Unidos, cuando más de 11 mil católicos de todo el país -en su mayoría jóvenes – se congregaron en la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción para la Vigilia Nacional de Oración presidida por seis Cardenales, 44 Obispos, 343 sacerdotes, 100 diáconos y 530 seminaristas, además de un gran número de religiosos.
Procesión de entrada de la Eucaristía de apertura de la Vigilia Nacional de Oración por la Vida. Foto: Arquidiócesis de Boston. |
El multitudinario evento antecedió la Marcha por la Vida que se celebra anualmente y comenzó con una solemne Eucaristía presidida por el Arzobispo de Boston, Cardenal Sean O’Malley, Presidente de la Comisión de Actividades Provida de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos. El purpurado describió en su homilía un panorama amplio del camino que los fieles católicos deben recorrer en su propósito de defender la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural.
Defender la vida, practicar la castidad
Basado en el relato del encuentro del joven Rico con Jesucristo relatado en el Evangelio Según San Mateo, San Marcos y San Lucas, el Cardenal recordó cómo Cristo aconsejó a su interlocutor cumplir los mandamientos de Dios, encabezando su lista por el quinto mandamiento: No matarás, «o para expresarlo positivamente, ‘Protegerás la vida'». Este mandato es seguido por Cristo por el de no cometer adulterio, el cual propuso nuevamente traducir a un lenguaje positivo: «Practicarás la castidad en tu vida».
Gran parte de los embarazos no planeados que pueden terminar en abortos son según el Card. O’Malley «resultado de una cultura que siempre está motivando la promiscuidad», denunció. «Una de las maneras lógicas de reducir el número de abortos sería desmotivar el comportamiento promiscuo rampante en nuestra cultura». El purpurado pidió a la sociedad llevar a cabo tareas de educación y promoción tendientes a corregir a este problema y hablar de forma clara para denunciar sus males.
Vencer la indiferencia con el amor
El Card. Sean O’Malley durante su homilía en la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculda Concepción. Foto: Arquidiócesis de Boston. |
El Arzobispo destacó también que Cristo mencionara el mandamiento de honrar a los padres, ya que esto se traduce también en el respeto a la familia, cuidar sus relaciones y su carácter de «santuario de la Vida». Sin embargo, notó que para Cristo este cumplimiento de los mandatos no era suficiente para alcanzar la perfección, sino que le pidió además dejar sus bienes en beneficio de los más necesitados. Esto pareció ya demasiado al joven del relato, quien se marchó con tristeza.
Sobre este desenlace, el Card. O’Malley recordó que defender la vida significa también superar la indiferencia, «indiferencia al sufrimiento de la mujer en un embarazo difícil, indiferencia al niño sin voz que está destinado a ser parte de la estadística de un millón asesinados en el útero cada año, indiferencia a la pobreza y el sufrimiento de tantos». Según el purpurado, el joven pensó que la exigencia de Cristo era demasiada porque no notó de qué manera Cristo lo amaba, al punto de que este aspecto quedó registrado en el relato de San Marcos.
El Cardenal invitó a los católicos a mirar con amor, de la misma manera de Cristo, para llevar a cabo la tarea de salvar vidas y cambiar actitudes, amando con misericordia a quienes piensan recurrir al aborto, a quienes les cuesta ver la adopción como una alternativa y a las mujeres víctimas del aborto que deben trabajar para superar sus estragos. El purpurado recordó el ejemplo de la Beata Madre Teresa de Calcuta, quien unió su defensa de la vida a un genuino amor por los pobres y marginados, de todos quienes estaban en riesgo de ser descartados. El Evangelio de la Vida debe presentarse de forma positiva, atractiva, que muestre el bien que motiva a evitar el mal.
«Debemos superar la indiferencia sólo con el amor. Un amor que nos permita ver en cada niño no nacido un don precioso, un ser humano como nosotros», exhortó. «Debemos trabajar sin descanso para cambiar las leyes injustas, pero debemos trabajar aún más duro para cambiar corazones, para construir una civilización del amor». Ante la tentación del desánimo, el «mayor enemigo», según el Cardenal, hay que recordar que «Jesús nos está mirando con amor, su amor debe unirnos y darnos energía», concluyó. «Ningún sacrificio es demasiado grande, debemos no tener en cuenta el costo sino continuar con la seguridad plena de que venceremos».
Con información de USCCB y The Boston Pilot.
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