Río de Janeiro (Martes, 03-02-2015, Gaudium Press) En su más reciente artículo, el Cardenal Arzobispo de Río de Janeiro, Mons. Orani João Tempesta, comenta sobre el momento de la Presentación del Señor en el Templo, celebrado este 2 de febrero, diciendo que «en esta fiesta somos llamados a contemplar el misterio que recuerda los cuarenta días del nacimiento del Hijo de Dios en la gruta de Belén, cuando la Virgen Santa María y su esposo San José, el padre adoptivo Davídico de Jesús, fueron al Templo llevando al Niño Dios en sus brazos para presentarlo, ofrecerlo, consagrarlo al Señor».
«Aunque fuese Él el Dios-Con-Nosotros -prosiguió-, quisieron los padres, con la profunda práctica religiosa que mantenían, cumplir lo que la Ley previa para los primogénitos». Siendo así, nosotros, cuarenta días después de haber celebrado la Santa Navidad del Señor, «debemos presentarnos en el Templo para renovar la ofrenda de nosotros mismos al Señor, para que, con nuestra vida, siempre testimoniemos que somos templos de Dios y que, por tanto, somos habitáculos del Señor, la Trinidad habita en nosotros».
Después, el Cardenal Tempesta afirmó que escribió una carta dirigida a los fieles diocesanos, en especial, a los consagrados y consagradas en este año dedicado a ellos, titulada «Gratitud, pasión, alegría y esperanza».
Reforzando la importancia de la vida consagrada en la vida de los miembros de la Iglesia, el Cardenal destacó la primera, y más importante consagración, que es a través del bautismo: «cuando nos tornamos, en el sentido más estricto y teológico del término, ‘hijos de Dios’ «, siendo la Iglesia, «nuestra madre que nos generó por el Bautismo», la responsable por acompañarnos en nuestra vida por los otros sacramentos de iniciación cristiana, que son el Crisma y la Eucaristía, por los sacramentos de cura, la Penitencia o la Reconciliación, por la Unción de los Enfermos, y por los sacramentos para los servicios de comunión, el Orden y el Matrimonio.
Con todo, «dentro del Pueblo de Dios, algunos son llamados, sean clérigos o laicos», para seguir el camino de la vida consagrada, que, según el Cardenal Tempesta, es eso lo que celebramos en esta Jornada, para vivir un estado nuevo de vida o un modo nuevo de vida, «respondiendo, así, de forma bien específica a aquella única vocación a la que todos son llamados: la vocación a la santidad».
«La Jornada Mundial de la Vida Consagrada, instituida por San Juan Pablo II -y en este año celebramos la XIX-, recuerda a todos los consagrados la vocación que ellos tienen para vivir una amistad auténtica con el Señor que los llamó para una relación de profunda intimidad con Él, en la comunión eclesial y al servicio del mundo. Pero también nos recuerda a todos nosotros de rezar por estos hombres y mujeres de Dios que nos mantienen siempre presentes en su oración», recordó.
Según el purpurado, «en este Año de la Vida Consagrada, el Santo Padre, religioso de la Compañía de Jesús (Jesuita), quiere que los consagrados evangelicen su vocación, recordando el pasado con gratitud, viviendo el presente con pasión y abrazando el futuro con esperanza, confiando siempre en la Providencia de ese nuestro Dios que nos acompaña con amor y fidelidad».
«Que todos los religiosos de nuestra amada Arquidiócesis de San Sebastián de Río de Janeiro se empeñen en el Año de la Esperanza, y que seamos señales de la esperanza cristiana en el mundo. La Iglesia camina, todos juntos, con todos los objetivos dirigidos hacia Nuestro Señor y Redentor Jesucristo. Jesús, que vino para servir y sacar el pecado del mundo, quiere que nos sirvamos unos a otros y produzcamos frutos de salvación», finalizó. (LMI)
De la redacción de Gaudium Press, con informaciones de la Arquidiócesis de Río de Janeiro
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