Ciudad del Vaticano (Viernes, 06-02-2015, Gaudium Press) Era fácilmente perceptible la emoción del Papa Francisco hoy, al comentar la lectura evangélica en la Casa Santa Marta, que narra el apresamiento y martirio de Juan El Bautista (Mc 6, 14-29), a quien el Papa ha llamado Juan El Grande, hombre que «nunca traicionó su vocación», «consciente que su deber era sólo proclamar» la «proximidad del Mesías», consciente de ser «sólo la voz», porque «la Palabra era Otro», y quien «termina su vida como el Señor, con el martirio».
El Bautista preparó el camino de Jesús, para después recibir la condena, ordenada «por un rey fascinado y desconcertado al mismo tiempo por Juan».
Foto: Radio Vaticano |
«Al final, después de esta purificación, después de este descenso continuo en la anonadación, haciendo camino a la anonadación de Jesús, termina su vida. Ese rey desconcertado es capaz de tomar una decisión, pero no porque su corazón se haya convertido, sino porque el vino le ha dado coraje. Y así Juan termina su vida bajo la autoridad de un rey mediocre, borracho y corrupto, por el capricho de una bailarina y el odio vengativo de una adúltera. Así termina el Grande, el hombre más grande nacido de mujer».
Al Papa el martirio del Bautista lo transporta a la consideración de los mártires de hoy.
«Cuando leo este pasaje les confieso que me conmuevo», dijo el Papa, y lo lleva a pensar siempre en «dos cosas»:
«En primer lugar, pienso en nuestros mártires, en los mártires de nuestros días, los hombres, las mujeres, los niños que son perseguidos, odiados, expulsados de sus hogares, torturados, masacrados. Y esto no es una cosa del pasado: esto sucede hoy. Nuestros mártires, que terminan sus vidas bajo la autoridad corrupta de gente que odia a Jesucristo. Nos hará bien pensar en nuestros mártires. Hoy pensamos en Pablo Miki, pero eso sucedió en el 1600. ¡Pensemos en los de hoy! En los del 2015».
El repasar la vida de Juan Bautista, también nos lleva a considerar nuestra frágil humanidad.
Este abajarse de Juan el Grande «continuamente hasta la nada», nos hace pensar, «que estamos en este camino y vamos hacia la tierra, donde todos acabaremos». Nos hace pensar en «mí mismo», expresó el Pontífice.
«También yo acabaré. Todos nosotros acabaremos. Nadie tiene la vida ‘comprada’. Nosotros también, queriendo o no queriendo, vamos por el camino de la anonadación existencial de la vida, y esto, al menos a mí, me hace rezar para que esta anonadación se parezca lo más posible a Jesucristo, a su anonadación».
Con información de Radio Vaticano
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