Nuevo Hamburgo – Río Grande del Sur (Martes, 10-02-2015,Gaudium Press) En su artículo semanal, Mons. Zeno Hastenteufel, Obispo de la Diócesis de Nuevo Hamburgo, en Río Grande del Sur, Brasil, reflexiona sobre el hecho de que Jesús siempre se compadeció y se compadece con el sufrimiento humano.
Afirma que cuando el pueblo de Dios hizo la larga experiencia del éxodo, esto es, de la salida de Egipto y camino en dirección a la tierra prometida, bajo el liderazgo de Moisés y Aarón, surgieron problemas concretos, que siempre resultaban en reglas de comportamiento o leyes que eran incluidas en la legislación religiosa del pueblo. Según el Obispo, así se comprende el duro relacionamiento con los leprosos, que el domingo será presentado en la primera lectura.
«Se trataba de una enfermedad contagiosa. No existían todavía las vacunas y la única forma de evitar las epidemias era alejar a los enfermos de la convivencia humana y social. Los hermanos que eran afectados por esta enfermedad eran obligados a alejarse del campamento y vivir de forma aislada. Era una verdadera desgracia», explica.
De acuerdo con el prelado, dentro de este contexto, se comprende el gesto de aquel pobre leproso que llegó cerca de Jesús y de rodillas pidió: «Si quieres, puedes curarme».
Además de eso, Mons. Hastenteufe destaca que es claro que delante de un pedido de estos, Jesús le extendió la mano e inmediatamente quedó curado. Conforme él, era un gran milagro y, de repente, Jesús podría ser confundido con uno de estos «milagreros» ambulantes. Por eso, él es tan insistente: «No cuentes nada de esto a nadie, sino ve a mostrarte al sacerdote y ofrece por la purificación, lo que Moisés ordenó como prueba para ellos» (Mc 1,44).
«Esta era la señal de la cura. Este hombre sería liberado por el sacerdote para convivir en medio del pueblo. ¡Estaba libre de la lepra terrible! Esta enfermedad realmente marginaba a las personas. Es más, cuál es la enfermedad que no margina o por lo menos crea barreras entre los hombres, también en nuestro tiempo», resalta el Obispo.
El prelado resalta que en la liturgia del próximo domingo, San Pablo se presenta como un imitador de Cristo: él mismo se presenta como modelo, pidiendo para ser imitado por nosotros, pues para él está muy claro que todos fueron salvados por Jesucristo.
«A partir de esta salvación, una vez realizada por el Hijo de Dios, que vino al mundo para salvarnos, no hay más enfermedad que nos torne impuros; no hay más pecado que no tenga perdón y no existe más la persona que se pueda decir que está perdida y que no tiene más salvación. Por eso, San Pablo puede colocar este principio fundamental de vida: ‘Haced todo para la gloria de Dios'», evalúa.
Por último, Mons. Hastenteufe dice que nuestra misión sería la de continuar el camino de Jesús que se compadece delante del sufrimiento humano. «Él no solo se queda con pena, sino él cura al enfermo y busca luego reintegrarlo en la comunidad», concluye. (FB)
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