sábado, 23 de noviembre de 2024
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Religiosas en Perú llevan a Cristo más allá de donde termina la carretera

Lima (Miércoles, 18-02-2015, Gaudium Press) En muchos lugares del mundo, la Iglesia llega a lugares donde nadie más llega. La Palabra de Dios y la atención caritativa desafía montañas y senderos escabrosos y va al encuentro del hombre en lugares remotos y gravemente necesitados. Y en no pocas ocasiones llega a estos lugares sobre los aparentemente frágiles hombros de religiosas como las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima, quienes sirven en Perú en lugares en donde no existe infraestructura ni transportes y, como ellas mismas refieren, «donde termina una carretera asfaltada, allí empieza la labor».

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Con sencillez y religiosa alegría, las Misioneras de Jesús Verbo y Vida llevan a cabo un audaz apostolado. Foto: Divinas Vocaciones Religiosas.

El testimonio de estas religiosas, fundadas en 1961 por Mons. Federico Kaiser, Obispo de la Prelatura de Caravelí, y presentes en Bolivia, Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile, fue destacado por productor católico Jorge Graña en el portal Aleteia. Su experiencia al conocerlas en la grabación de un programa de televisión fue la de un gran impacto a causa de la espontánea sencillez de las religiosas que sin embargo llevan a cabo una notable misión. «Nuestra misión es preparar el camino al sacerdote para que llegue a los más necesitados», declaró la Hna. Aracelli, de origen argentino, en diálogo con Pepe Alonso en la grabación para el canal EWTN.

Este preparar camino es bastante literal en la sierra peruana. Largas caminatas, recorridos a lomo de mula, caballos o bicicletas son parte de la rutina de las audaces monjas, quienes deben velar por la pastoral de poblaciones que no cuentan con el acceso a los bienes espirituales de la Iglesia o los bienes materiales del desarrollo. «Un sacerdote ambulante llega a esos lugares tal vez una vez al año», relató la Madre María Clara. «Incluso hemos encontrado un pueblo donde las personas más ancianas nunca habían visto un sacerdote». Para que los niños tuvieran la gracia del Bautismo en esos lugares, sus padres los llevan en un largo recorrido a caballo a través de las montañas hasta un pueblo con presencia sacerdotal.

Además de una completa formación en Teología Dogmática y Bíblica, Moral, Filosofía, Liturgia, y otras materias necesarias para las labores de evangelización, las religiosas aprenden también disciplinas enfermería, obstetricia y odontología. Las religiosas imparten el Catecismo, realizan celebraciones de la Palabra de Dios y animan la fe de las comunidades en preparación a la presencia de los sacerdotes. Tras el contacto con estas admirables religiosas misioneras, Graña expresó la importancia del Año de la Vida Consagrada para valorar la riqueza y ejemplo de la vida religiosa en el mundo. «Que Dios bendiga a todos los consagrados y les permita ser testigos su amor misericordioso en medio del mundo», concluyó.

Con información de Aleteia.

 

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