Redacción (Lunes, 23-02-2015, Gaudium Press) Un bebé, colocado en un cesto de juncos, flotaba en las aguas del Nilo… Así comenzó la vida de un hombre llamado por Dios para una de las mayores misiones de la Historia. Narrada por nuestro colaborador Paulo Francisco Martos, transcribimos hoy el inicio de la historia de Moisés:
Los judíos no practicaban la limitación de la natalidad y, bendecidos por Dios, se multiplicaron de tal modo en Egipto que el país quedó colmado de ellos.
En cierta época, surgió un faraón «que no conocía a José» (Ex 1, 8), el cual, alegando que en caso de guerra los hebreos podrían unirse a los enemigos de los egipcios, inició contra ellos una feroz persecución. Según diversos egiptólogos y exegetas, tal faraón se llamaba Ramsés II.
Al respecto de las palabras «que no conocía a José», comenta el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira: «Esas expresiones de la Biblia Sagrada tiene belleza poética característica. Es el Espíritu Santo que habla. ‘Un rey que no conocía a José’, quiere decir, que si lo hubiese conocido, tal era José, que la persecución a los judíos sería imposible. No se podría hacerle mayor elogio que éste: ‘No conoció a José. ‘ «
Les fue impuesta a los judíos una dura esclavitud, «con el pesado trabajo de preparar barro y ladrillos y con toda suerte de trabajos en el campo y otros servicios» (Ex 1, 14). Además, las parteras egipcias fueron obligadas a matar a todos los hombres hebreos que naciesen.
Representación de Moisés niño, en la prueba de las brasas |
Sin embargo, las parteras no realizaban esos crímenes hediondos, y los hebreos continuaron propagándose. Entonces, el impío faraón dio orden a los egipcios: «Lanzad al río a todos los hombres hebreos recién-nacidos, pero salvad la vida de las mujeres» (Ex 1, 22).
Miembro de la familia real
La esposa de un hombre de la tribu de Levi -que ya había tenido una hija, María, y un hijo, Aarón, antes del decreto de exterminio- dio a luz un bello hombre y lo mantuvo oculto.
Eso supone que sus padres tenían una fe firme, como certifica San Pablo: «Por la fe, Moisés, recién-nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron la belleza del niño y no tuvieron miedo del decreto del rey» (Hb 11, 23).
No pudiendo mantenerlo oculto por más tiempo, la mujer -por una intuición llena de fe- hizo un cesto de juncos, lo arregló cuidadosamente, colocó allí a su hijito y lo dejó entre la vegetación a las márgenes del Río Nilo. Su hermana se quedó parada a poca distancia para ver lo que acontecería.
La hija del faraón, habiendo había ido al río para bañarse, observó el cesto y mandó que una criada lo agarrase. Cuando lo abrió, vio al niño que lloraba y percibió que se trataba de un judío. María, hermana del niño, se aproximó y preguntó a la princesa si podía llamar a una mujer hebrea para amamantarlo, dando la princesa su consentimiento.
María fue corriendo a avisar a su madre, la cual vino hasta el local; entonces la hija del faraón le pidió que llevase al niño para amamantarlo, y agregó que le pagaría un salario.
La madre de Moisés lo condujo a su casa y lo crió; durante ese tiempo, ella lo educó en la verdadera religión, por lo tanto al amor de único Dios. Y cuando estaba crecido, lo llevó a la hija del faraón, la cual lo adoptó como hijo, dándole el nombre de Moisés, que significa salvado de las aguas. Así, el se tornó miembro de la familia real.
En las tierras de Madián
Educado en el palacio del faraón, «Moisés fue instruido en todo el saber de los egipcios, y era poderoso en palabras y obras» (Hch 7, 22), afirmó San Esteban delante del Sanedrín. Y viviendo en un ambiente donde reinaba el politeísmo, en que se adoraban inclusive bueyes, etc., él se mantuvo firme en la fe y la práctica de las buenas costumbres.
Cierto día, estando con 40 años de edad, Moisés «se dirigió junto a sus hermanos hebreos y vio su aflicción y cómo un egipcio maltrataba a uno de ellos» (Ex 2, 11). Notando que no había ningún otro egipcio en las proximidades, Moisés mató al agresor y escondió el cuerpo en la arena.
Comenta el Padre Fillion que Moisés no hizo apenas una visita pasajera, sino resolvió quedarse junto a sus hermanos. Por la fe, él abandonó las comodidades del palacio real y «prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a sacar provecho pasajero del pecado» (Hb 11, 25).
Estatua de Moisés en la Plaza España, Roma |
Al día siguiente, al ver dos hebreos peleando entre sí, Moisés dijo al agresor: «¿Por qué golpeas a tu compañero? Él respondió: ‘¿Quién fue que te nombró jefe y juez sobre nosotros? ¿Quieres, tal vez, matarme como mataste al egipcio? ‘» (Ex 2, 13-14).
Moisés percibió que el hecho se había tornado público. Y cuando el Faraón tomó conocimiento buscó matar a Moisés, el cual huyó para la tierra de Madia, al norte de la península del Sinaí. Allí él se tornó pastor de ovejas y se casó con una hija del sacerdote Jetro, llamada Séfora, que quiere decir pájaro.
Abrumados por la esclavitud que sufrían hace tantos años, los hebreos rezaron al Altísimo, pidiendo que los socorriese. «Dios oyó sus lamentos y se acordó de la alianza con Abraham, Isaac y Jacob» (Ex 2, 24). Y resolvió llamar a Moisés para liberar al pueblo electo, dándole una grandiosa misión que marcó a fondo la Historia de la humanidad.
Pidamos a la Santísima Virgen que nos conceda la gracia de preferir la vida de sacrificio, practicando la virtud, más que las comodidades que nos incitan al pecado.
Por Paulo Francisco Martos
(in «Nociones de Historia Sagrada» – 19)
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1 – Cf. FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée. 6. ed. Paris: Letouzey et ané. 1923, v. 1, p. 190.
2 – Moisés, prefigura del Redentor, in Dr. Plinio, n. 90, septiembre 2005, p. 24.
3 – Cf. Idem, ibidem, p.194.
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