Puerto Alegre (Miércoles, 25-02-2015, Gaudium Press) El más reciente artículo del Mons. Jaime Spengler, Arzobispo de Puerto Alegre, en Rio Grande del Sur, Brasil, habla sobre el tiempo cuaresmal. Él inicia el texto afirmando que la Cuaresma, que se inicia con el Miércoles de Ceniza, es tiempo precioso de apertura personal y comunitaria para el misterio del dolor, del sufrimiento y de la muerte, de la cruz y del Crucificado.
Según el Prelado, el tiempo de la Cuaresma comienza con el acto en que la Iglesia repite las palabras del Señor en el inicio de su actividad apostólica y de los apóstoles, después de la experiencia de Pentecostés: «Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1, 15). Él explica que convertirse para la Iglesia significa mezclarse, alimentarse, hacerse uno con Cristo -Palabra del Padre-, porque el camino de la fe está íntimamente ligado a la palabra sagrada.
«Jesús lo muestra cuando en el desierto vence al tentador por la fuerza de la palabra. La palabra de Dios es para él alimento. Es ella que lo sustenta, inspira, orienta en sus actividades. Esa misma palabra continua inspirando, sustentando y orientando a los discípulos y las discípulas de hoy», agrega.
El Arzobispo además resalta que, durante el período de la Cuaresma de 2015, la Iglesia en Brasil nos invita a reflexionar sobre el tema «Fraternidad: Iglesia y Sociedad» y sobre el lema «Yo vine para servir» (Mc 10,45). Conforme él, la Iglesia es el nuevo pueblo de Dios, la comunidad de los que creen en Jesucristo, de aquellos que tienen la mirada fija en Jesús. ¡También afirma que es la comunidad congregada por aquellos que, creyendo, vuelven su mirar a Jesús, autor de la salvación y principio de la unidad – la Iglesia!
«Esas personas componen, con otras, la sociedad. Los cristianos, como miembros vivos de la sociedad, anuncian y llevan sus valores y compromisos a todos, cooperando, así, en la construcción de una sociedad más justa y fraterna, pacífica y pacificadora», evalúa.
Además, el Prelado resalta que la sociedad constituida de personas vivas es, por eso mismo, viva, y está en constante transformación. De acuerdo con él, la sociedad es, pues, sociedad cuando todos participan activamente del convivir y el decidir, y no permite que alguien sea excluido o se sienta excluido. «Para que ella pueda existir, teniendo en vista una consistencia siempre más vigorosa, se deja orientar, guiar y sustentar por valores fundadores y fundamentales de justicia, fraternidad y paz», completa.
Para Mons. Jaime, la Campaña de la Fraternidad de 2015 desea fomentar, en el seno de la sociedad y, de forma especial en el seno de la comunidad de fe, la conciencia de que todos, en cuanto hijos e hijas del Eterno, son invitados a participar y actuar en pro de la construcción de una sociedad justa y fraterna, en la cual el desarrollo integral de cada persona, desde su origen hasta su ocaso natural, sea promovido y respetado.
Otra cuestión en la que el Arzobispo reflexionó dice respecto a los cambios de época, que afectan los criterios de comprensión, los valores más profundos, a partir de los cuales se afirman identidades y se establecen acciones y relaciones. Él afirma que en esas relaciones surgen tendencias desafiantes, como el individualismo, el fundamentalismo, el relativismo, y diversas formas de unilateralismo, difundiéndose la noción de que la persona libre y autónoma precisa liberarse de la familia, de la religión y de la sociedad.
«Esas tendencias se desdoblan en otras tantas, como por ejemplo, las resistencias de todo orden; el laicismo militante, la irracionalidad de la llamada cultura mediática, el amoralismo generalizado, las actitudes de irrespeto ante el pueblo, especialmente hacia los más frágiles; una comprensión de la economía sin un objetivo verdaderamente humano y que no considera adecuadamente las ansias de este mismo pueblo».
En este contexto, expresa el Obispo, es preciso que los fieles trabajen para que el cristianismo se refleje en toda la organización social, y que las normas estén al servicio de todos. (FB)
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