Ciudad del Vaticano (Lunes, 02-03-2015, Gaudium Press) Ayer, en el Ángelus de la celebración de la Trasfiguración del Señor, el Papa Francisco unió la fiesta del día con el tema del Evangelio del domingo pasado, que era la tentación al Redentor en el desierto, donde Jesús enseña cómo se vence al mal.
«A la luz de este Evangelio, hemos tomado nuevamente conciencia de nuestra condición de pecadores, pero también de la victoria sobre el mal donado a cuantos inician el camino de conversión o, como Jesús, quieren hacer la voluntad del Padre. En este segundo domingo de cuaresma, la Iglesia nos indica la meta de este itinerario de conversión, es decir, la participación a la gloria de Cristo, en quien resplandece el rostro del Siervo obediente, muerto y resucitado por nosotros», dijo el Papa.
Foto: Rome Reports |
Jesús se trasfigura en el Tabor, camino a Jerusalén «donde se cumplirán las profecías del ‘Siervo de Dios’ y se consumará su sacrificio redentor». En previsión de las flaquezas que los apóstoles sufrirán durante la Pasión: «Jesús toma la decisión de mostrar a Pedro, Santiago y Juan una anticipación de su gloria, aquella que tendrá después de la Resurrección, para confirmarlos en la fe y alentarlos a seguirlo en el camino de la prueba, en el camino de la Cruz. Y así sobre un monte alto, en profunda oración, se transfigura delante de ellos: su rostro y toda su persona irradian una luz resplandeciente. Los tres discípulos se asustan, mientras una nube los envuelve y de lo alto resuena – como en el bautismo del Jordán – la voz del Padre: «Este es mi Hijo, el amado: ¡escúchenlo!» (Mc 9,7). Y Jesús es el Hijo hecho Servidor, enviado al mundo para realizar por medio de la Cruz el plan de salvación. ¡Para salvarnos a todos nosotros! Su plena adhesión a la voluntad del Padre hace que su humanidad sea transparente a la gloria de Dios, que es el Amor», expresó el Pontífice.
El Señor aparece rodeado de Elías y de Moisés, «que representan la Ley y los Profetas. Esto significa que todo termina e inicia en Jesús, en su Pasión y en su Gloria».
El mensaje del Señor a los discípulos es «escuchar a Jesús. Es Él el Salvador: síganlo. Escuchar a Cristo, de hecho, significa asumir la lógica de su misterio pascual, ponerse en camino con Él para hacer de la propia existencia un don de amor para los demás». Seguirle en su camino que «nos lleva siempre a la felicidad. No lo olvidemos: ¡el camino de Jesús nos lleva siempre a la felicidad! Habrá siempre en medio una cruz, las pruebas, pero al final siempre nos lleva a la felicidad. ¡Jesús no nos engaña! Nos ha prometido la felicidad y nos la dará, si nosotros seguimos su camino».
El Papa concluyó su reflexión invitando a seguir en espíritu a los tres apóstoles al monte de la Transfiguración para contemplar «el rostro de Jesús, para recibir el mensaje y traducirlo en nuestra vida; para que también nosotros podamos ser transfigurados por el Amor».
Con información de Radio Vaticano
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