Ciudad del Vaticano (Miércoles, 04-03-2015, Gaudium Press) El anciano, el papel del anciano en la sociedad, una sociedad que no valora al anciano como se debe, fueron estos algunos de los tópicos abordados por el Papa Francisco en la Audiencia General de hoy, en la que el Pontífice habló «sobre la problemática condición actual de los ancianos», a la espera del próximo miércoles en que hablará «más en positivo, sobre la vocación contenida en esta edad de la vida».
El Papa Francisco constata que por los «progresos de la medicina la vida se ha prolongado: ¡pero la sociedad no se ha ‘prolongado’ a la vida! El número de los ancianos se ha multiplicado, pero nuestras sociedades no se han organizado suficientemente para hacerles lugar a ellos, con justo respeto y concreta consideración por su fragilidad y su dignidad».
Anciano dando un consejo Obra de Juan Aparicio Quintana, Museo de Bellas Artes, Badajoz |
Lamentablemente, expresa el Papa que «mientras somos jóvenes, tenemos la tendencia a ignorar la vejez, como si fuera una enfermedad, una enfermedad que hay que tener lejos». Entretanto, «los ancianos son una riqueza, no se pueden ignorar».
El Pontífice recordó las palabras de Benedicto XVI cuando visitó una casa para ancianos en noviembre del 2012: «La calidad de una sociedad, quisiera decir de una civilización, se juzga también por cómo se trata a los ancianos y por el lugar que se les reserva en la vida en común». Verdaderamente, dijo el Papa Francisco, «la atención a los ancianos hace la diferencia de una civilización».
El Papa apuntó las causas de esa no consideración debida a los ancianos: una cultura del descarte que ve en los ancianos un lastre, un miedo a la debilidad y la vulnerabilidad, una mala concepción de la juventud que trae implícita la idea de que «solo la juventud es aprovechable y puede gozar», entre otras.
Entretanto, los ancianos deberían ser para, toda la sociedad, «¡la reserva sapiencial de nuestro pueblo!». El Pontífice recordó también el texto sagrado: «No te apartes de la conversación de los ancianos, porque ellos mismos aprendieron de sus padres: de ellos aprenderás a ser inteligente y a dar una respuesta en el momento justo» (Ecl 8,9).
Ante el trato injusto a los ancianos, la Iglesia no puede permanecer indiferente. «Debemos despertar el sentido colectivo de gratitud, de aprecio, de acogida, que haga sentir al anciano parte viva de su comunidad». «El anciano somos nosotros: dentro de poco, dentro de mucho, inevitablemente de todos modos, aunque no lo pensemos. Y si nosotros no aprendemos a tratar bien a los ancianos, así nos tratarán a nosotros».
El Papa convoca a la Iglesia a hacerse heraldo de los valores de la proximidad y gratuidad, particularmente en el trato a los ancianos, valores que, si dejaran de ser considerados indispensables, la comunidad cristiana perdería su alma. «Donde no hay honor para los ancianos, no hay futuro para los jóvenes».
Con información de Radio Vaticano
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