sábado, 23 de noviembre de 2024
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La Santísima Virgen y la Liturgia: un tema de la actualidad

Redacción (Lunes, 30-03-2015, Gaudium Press) Los profundos y vertiginosos cambios en los cuales la sociedad actual se encuentra sometida, hace a la Iglesia reflexionar sobre cómo adecuadamente enfrentar este problema. Ya el papa Pablo VI, en la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi nos explicaba de una manera muy incisiva: «Sabemos bien que el hombre moderno, saturado de discursos, se demuestra muchas veces cansado de oír y, peor aún, como que inmunizado contra la palabra. Conocemos también las opiniones de numerosos psicólogos y sociólogos, que afirman que el hombre moderno sobrepasó la civilización de la palabra, que se tornó prácticamente ineficaz e inútil, y está viviendo, hoy en día, en la civilización de la imagen».

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Con el pasar de los años, el proceso de secularización y de relativismo en nuestra sociedad -en otro tiempo totalmente cristiana- se hace cada vez mayor. A tal punto que el Papa Benedicto XVI pronunció un apelo a los jóvenes católicos, para que todos sean radicales en su testimonio de fe y luchen contra esta ola de relativismo y mediocridad que pretende eclipsar la presencia de Dios en la sociedad hodierna: «La cultura actual, en algunas áreas del mundo, sobre todo en el Occidente, tiende a excluir a Dios, o a considerar la fe como un hecho privado, sin cualquier relevancia para la vida social. Pero el conjunto de valores que están en la base de la sociedad provienen del Evangelio -como el sentido de la dignidad de la persona, de la solidaridad, del trabajo y de la familia-, se constata una especie de ‘eclipse de Dios’, una cierta amnesia, o hasta un verdadero rechazo del Cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder la propia identidad profunda».

De aquí comprendemos el papel fundamental que tiene la liturgia como un medio eficaz de enseñar y atraer a la casa de Dios a sus hijos alejados, pues este fue el instrumento idóneo utilizado por la Iglesia a través de la historia. San Ireneo de Lyon al hablar sobre la ‘Regula fidei’, nos recuerda que corresponde al Magisterio, no solamente el papel de guardián de la Escritura y de la Tradición de los Apóstoles, sino también de ser dócil al Espíritu Santo en la interpretación de la enseñanza del depósito sagrado, siendo la liturgia uno de los pilares de la Tradición.

La liturgia, medio privilegiado para operar la conversión

El obispo de Lyon expresa que es la Iglesia «tal como un depósito de gran valor encerrado en un jarrón excelente, que rejuvenece y hace rejuvenecer el propio jarrón que la contiene». De esta forma la liturgia a lo largo de la Historia es el medio privilegiado que la Iglesia tuvo de convertir, catequizar y santificar al Pueblo de Dios como también atraer a sí a los paganos. A este propósito es interesante la intervención que el papa Pablo VI hizo en el Congreso Mariológico de 1975, en la cual busca sacar del impase que el post Concilio dejó a la investigación teológica sobre María: «¿cómo re-proponer adecuadamente María al Pueblo de Dios, de modo a despertar en él un fervor renovado de devoción mariana? En este sentido, se pueden seguir dos caminos. El primero es el camino de la verdad, esto es, de la especulación bíblico-histórico-teológica, que dice respecto a la colocación de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia: es el camino de los sabios, aquel que vosotros seguís, ciertamente necesario, del cual se progresa la doctrina mariológica. Pero hay también, además de eso, una vía accesible a todos, hasta incluso a las almas simples: es el camino de la belleza, lo que nos lleva, finalmente, a la doctrina misteriosa, maravillosa y estupenda que forma el tema del Congreso Mariano: María y el Espíritu Santo. En verdad, María es la criatura ‘tota pulchra’, es la ‘speculum sine macula’; es el más alto ideal de perfección que en todos los tiempos los artistas buscaron reproducir en sus obras; es ‘la mujer vestida de sol’ (Ap. 12, 1), en la cual los rayos purísimos de la belleza humana se reúnen a aquellos soberanos, pero accesibles, de la belleza sobrenatural. ¿Y por qué todo eso? Porque María es ‘llena de gracia’, esto es, podemos decir, la llena del Espíritu Santo, la luz de la cual en Ella refulge de un incomparable esplendor. Sí, precisamos mirar a María, para fijar su belleza inmaculada, porque nuestros ojos muchas veces son heridos y casi cegados por las engañadoras imágenes de bellezas de este mundo. ¡Cuántos nobles sentimientos, cuántos deseos de pureza, cual espiritualidad renovadora podría suscitar la contemplación de esta sublime belleza!»

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Atender este apelo del Papa sobre la ‘via pulchritudinis’ mariólogica corresponde a la acción de la liturgia: la cual con sus diversas ceremonias, sus variados ritos y devociones populares, catequiza a los fieles, enseñándoles la doctrina «misteriosa, maravillosa y estupenda», a la que se refiere el recordado Pontífice.

Rememorando las palabras citadas arriba de Santo Irineo, el Espíritu Santo inspira en la Iglesia carismas y devociones diversas que ayudan a Ella misma a conocer la grandeza y la Magnificencia del Creador. Desde sus principios la Esposa de Cristo supo desarrollar en su liturgia algo muy de su aprecio: la devoción a la ‘Theotokos’, la Santa Madre de Dios, nacida del ‘sensus fidelium’ popular, que intuía que Ella era el camino más fácil para llegar a su Hijo Santísimo, nuestro Redentor. La sabiduría de la Iglesia supo percibir este «signum magnum» (Ap 12,1) y de esta manera cultivó y enriqueció en las celebraciones litúrgicas esta devoción nacida del pueblo de Dios, pues «tanto en Oriente como en Occidente, las expresiones más altas y más límpidas de la piedad con la bienaventurada Virgen María florecieron en el ámbito de la Liturgia, o entonces en ella fueron incorporadas.»

Por el P. Felipe Isaac Paschoal Rocha, EP

 

 

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