Manila (Martes, 07-04-2015, Gaudium Press) El P. Abe Arganiosa sacerdote filipino que sirve en Estados Unidos recordó para el servicio informativo de la Conferencia de Obispos Católicos de Filipinas algunas de las características especiales de los sacerdotes católicos en las que se manifiesta de forma particular su elevada dignidad y el origen divino de su vocación y ministerio. La posibilidad de celebrar la Eucaristía y de administrar la gracia de Dios en los sacramentos revela una condición diferente a los demás hombres: «El objetivo del sacerdote de seguir a Cristo lo diferencia del resto de los hombres», destacó.
El sacerdote puede realizar el sacrificio mismo de Cristo en la Eucaristía. Foto: Fr. Lawrence O.P. |
El primer punto tratado por el P. Arganiosa es el sacrificio de Cristo mismo que obtuvo la redención de los hombres y con el cual significa la derrota del maligno. «Nuestros sacerdotes, estando en total unión con Cristo, también están haciendo lo mismo con el sacrificio de sus vidas y a través del ofrecimiento Eucarístico están trayendo el triunfo del Evangelio y la caída del demonio», comentó.
Esta misión hace «únicos» a los ministros ordenados, a pesar de padecer limitaciones y tener la misma fragilidad característica de los seres humanos. Esta es la figura de San Pablo de los recipientes de barro que contienen los tesoros de Dios, «para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros», recordó.
Este origen de arcilla, que se identifica con el relato de la creación del hombre del Génesis, no cambia la elevada dignidad del ministerio, que tiene bendiciones incomparables que para el sacerdote motivan incluso la admiración de los ángeles. «A través de las manos consagradas de nuestros presbíteros, el cielo se abre cada día para darnos el Cuerpo y la Sangre del Señor, dándonos un sacrificio puro que santifica el mundo pecador», agregó, razón por la cual el Código de Derecho Canónico los llama «dispensadores de los misterios de Dios».
Este ministerio no podría tener otro origen sino Dios mismo: «Fue establecido por el Padre desde el Antiguo Testamento, perfeccionado por Cristo en el nuevo, y es guiado por el Espíritu Santo a través de los siglos», concluyó el P. Arganiosa. «Por eso proclamamos el origen divino del sacerdocio».
Con información de CBCP News.
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