Nuevo Hamburgo (Jueves, 09-04-2015, Gaudium Press) El próximo domingo, la Iglesia celebrará el Domingo de la Divina Misericordia, y es sobre este tema que Mons. Zeno Hastenteufel, Obispo de la Diócesis de Nuevo Hamburgo, en Brasil, reflexiona en su artículo semanal. El Prelado explica que el domingo después de la pascua era siempre conocido como el «Domingo ‘in albis’ «, o el Domingo Blanco, ya que en este día los bautizados de la noche de pascua, abandonaban la vestidura blanca, que estaban usando desde la gran noche del bautismo.
Él recuerda que en su infancia este era el domingo de las primeras comuniones y que con las ropas blancas de las niñas, de los angelitos y de tantos adornos, parecía entonces explicado el motivo de hablarse en «Weissen Sonntag» [Domingo Blanco]. Pero, según el Obispo, desde el final del siglo pasado, a partir de las revelaciones hechas a la Hermana Faustina Kowalska, San Juan Pablo II comenzó a hablar en «Domingo de la Divina Misericordia», en el segundo domingo de la pascua, cuando leemos el Evangelio de la gran manifestación del Resucitado al apóstol Tomás.
Tomás Apóstol recibe el cinturón de la Virgen Taller de Blasco de Granen, Museo de Bellas Artes, Bilbao |
Otro punto recordado por Mons. Zeno es que el mismo Papa Juan Pablo II, en el año 2005, vino a fallecer exactamente el día 2 de abril, sábado después de la pascua, víspera del «Domingo de la Divina Misericordia», siendo entonces el primer día del gran velorio de aquel que fue testigo de la divina misericordia, hasta el último instante de su vida.
«Es más, lo que vamos a decir de la escena del evangelio. El Cristo resucitado ahora se encuentra con Tomás, conocido como incrédulo, presentado como aquel que quería tener la experiencia de verlo, tocarlo y sentir esta presencia real. En el momento de ser llamado por el Maestro, él no tiene más dudas e hizo aquella magnífica oración: ‘Mi Señor y mi Dios’ «, resalta.
Para el Prelado, esta es la hora de la misericordia, y el Señor resucitado, en vez de reprenderlo por la vergüenza de la incredulidad, inmediatamente lo levanta y le da el perdón, con palabras verdaderamente confortantes: «Creíste porque me viste; felices los que creen sin haber visto».
«Esta es la palabra que se destina a todos nosotros. Nosotros creemos sin haber visto. Nosotros creemos, confiando en la palabra y en el testimonio de otros. Nosotros creemos porque creemos en todas estas experiencias de Dios ocurridas, en el tiempo de los apóstoles, vividos en los veinte siglos de historia de la Iglesia, pero también nosotros creemos, porque hoy todavía podemos hacer la experiencia de Dios», completa.
De acuerdo con el Obispo, podemos aún hoy encontrarnos con el Cristo vivo y resucitado, en la Eucaristía, en los sagrarios de nuestras iglesias. Mons. Zeno enfatiza que él está ahí, con la misma misericordia, encontrada por Tomás, experimentada por Pablo y vivida a lo largo de los siglos, por millares y millones de auténticos hijos de Dios, testigos del resucitado y personas que muchas veces dieron testimonio de su fe.
Por último, el Prelado afirma también que la primera lectura ya nos presenta la comunidad de los primeros cristianos, con sus características y con todo su entusiasmo. «Por eso, nuestra diócesis hace este domingo el retiro de los Animadores Vocacionales, del Movimiento Serra y de todos los equipos vocacionales de la diócesis. Queremos que ellos se alimenten de los Hechos de los Apóstoles», concluye. (FB)
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