viernes, 22 de noviembre de 2024
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En el Domingo de la Misericordia, el Papa habla de la incredulidad de Santo Tomás Apóstol

Ciudad del Vaticano (Lunes, 13-04-2015, Gaudium Press) Rápidamente el Pontífice entró a analizar el simbolismo y el significado de todo lo ocurrido cuando el Señor apareció a los discípulos, Resucitado, por segunda vez en el Cenáculo, ocasión en la que sí estaba presente el Apóstol Santo Tomás. Esto ocurrió en el Regina Coeli de ayer, en la Plaza de San Pedro.

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Santo Tomás busca «constatar el mismo, cumplir una propia experiencia personal». Y el Señor «lo espera con paciencia y se ofrece a las dificultades e inseguridades del último llegado». Los que creen sin ver reciben el elogio del Señor, primero la Virgen. Entretanto él va también al encuentro del discípulo incrédulo.

» ‘Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos …’ (Jn 20, 27). En el contacto salvífico con las heridas del Resucitado, Tomás manifesta las propias heridas, las propias laceraciones, la propia humillación; en la marca de los clavos encuentra la prueba decisiva que era amado, esperado, entendido. Se encuentra frente a un Mesías lleno de dulzura, de misericordia, de ternura. Era ése el Señor que buscaba en las profundidades secretas del propio ser, porque siempre había sabido que era así. Vuelto a encontrar el contacto personal con la amabilidad y la misericordiosa paciencia de Cristo, Tomás comprende el significado profundo de su Resurrección e, íntimamente trasformado, declara su fe plena y total en Él exclamando: ‘¡Mi Señor y mi Dios!’ (v. 28)».

El Apóstol Tomás de esta manera «toca» el misterio pascual, toca en Dios, en el amor salvífico de Dios, que es «rico de misericordia», dice el Papa. Entonces el Pontífice aprovecha para hacer alusión al día que se celebra, el Domingo dedicado a la Misericordia de Jesús.

«Y como Tomás también todos nosotros: en este segundo Domingo de Pascua estamos invitados a contemplar en las llagas del Resucitado la Divina Misericordia, que supera todo límite humano y resplandece sobre la oscuridad del mal y del pecado. Un tiempo intenso y prolongado para acoger las inmensas riquezas del amor misericordioso de Dios será el próximo Jubileo Extraordinario de la Misericordia, cuya Bula de proclamación he promulgado ayer por la tarde en la Basílica de San Pedro. ‘Misericordiae Vultus’: El Rostro de la Misericordia es Jesucristo. Dirijamos la mirada a Él. Y que la Virgen Madre nos ayude a ser misericordiosos con los demás como Jesús lo es con nosotros», concluyó

Con información de Radio Vaticano

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