Ciudad del Vaticano (Lunes, 13-04-2015, Gaudium Press) El sábado pasado fue hecha publica por el Papa Francisco la Bula «Misericordiae Vultus» que convoca del Jubileo Extraordinario de la Misericordia.
La Bula consta de 25 apartes. En los primeros, el Pontífice recuerda que según la luz de Jesús, la misericordia no es algo abstracto, cuanto un rostro para reconocer, contemplar y servir. La Bula se desarrolla en clave trinitaria (nos. 6-9) y profundiza en la descripción de la Iglesia como signo visible y creíble de la Misericordia divina. «La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia», afirma el Papa.
El Pontífice aborda entonces la temporalidad del Jubileo, que inicia con el quincuagésimo aniversario de la Clausura del Concilio Vaticano II, el próximo 8 de diciembre, y concluye con «la solemnidad litúrgica de Jesucristo Rey del Universo, el 20 de noviembre de 2016. En ese día, cerrando la Puerta Santa, tendremos ante todo sentimientos de gratitud y de reconocimiento hacia la Santísima Trinidad por habernos concedido un tiempo extraordinario de gracia. Encomendaremos la vida de la Iglesia, la humanidad entera y el inmenso cosmos a la Señoría de Cristo, esperando que difunda su misericordia como el rocío de la mañana para una fecunda historia, todavía por construir con el compromiso de todos en el próximo futuro» (n. 5).
Este jubileo tiene varias particularidades, además del tema propio de la convocatoria. Una de ellas es su celebración no sólo en Roma, sino también en todas las demás diócesis del orbe. El Papa abrirá la puerta Santa de la Basílica vaticana el próximo 8 de diciembre, pero igual ocurrirá en todas las iglesias del mundo el domingo siguiente. Asimismo esa Puerta podrá abrirse en los santuarios, donde afluyen numerosos fieles en los más diversos lugares.
Con la convocatoria al Jubileo, el Papa Francisco sigue así la enseñanza de San Juan XXIII, que hablaba de la «medicina de la Misericordia» y la de Pablo VI cuando éste identificó la espiritualidad del Vaticano II con la del buen samaritano. La Bula explica el significado del lema del Jubileo -«Misericordiosos como el Padre»; afirma el porqué de la peregrinación y la necesidad del perdón.
El Pontífice también expresa que las obras de misericordia espirituales y corporales deben redescubrirse «para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina».
Otro elemento novedoso es el envío de los «Misioneros de la Misericordia» para la próxima Cuaresma, iniciativa con la cual el Papa resalta el específico cuidado pastoral bañado por la misericordia. Más adelante el Pontífice habla de las relaciones entre justicia y misericordia.
En el número 19 el Pontífice realiza serias advertencias contra la violencia organizada y los promotores de la corrupción. A esta «llaga putrefacta» el Papa invita a una verdadera conversión: «¡Este es el tiempo oportuno para cambiar de vida! Este es el tiempo para dejarse tocar el corazón. Delante a tantos crímenes cometidos, escuchad el llanto de todas las personas depredadas por vosotros de la vida, de la familia, de los afectos y de la dignidad. Seguir como estáis es sólo fuente de arrogancia, de ilusión y de tristeza. La verdadera vida es algo bien distinto de lo que ahora pensáis. El Papa os tiende la mano. Está dispuesto a escucharos. Basta solamente que acojáis la llamada a la conversión y os sometáis a la justicia mientras la Iglesia os ofrece misericordia» (n. 19).
El Papa también se refiere a la tradicional indulgencia jubilar (n. 22), y a su deseo de que este Año Santo sea una oportunidad para «vivir en la vida de cada día la misericordia que desde siempre el Padre dispensa hacia nosotros. En este Jubileo dejémonos sorprender por Dios. Él nunca se cansa de destrabar la puerta de su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vida.. (…) En este Año Jubilar la Iglesia se convierta en el eco de la Palabra de Dios que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor. Nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar. La Iglesia se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: ‘Acuérdate, Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos’ «.
Con información de Radio Vaticana
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